Los héroes anónimos de la "zona cero"
CHAÑARAL. Diario Atacama recreó los últimos minutos de tres hombres que, en medio de la tragedia, tomaron decisiones que salvaron vidas.
En un día como hoy, pero del año 2015, por efecto de una intensa e inusual lluvia, se desbordaron los ríos Salado y Copiapó, provocando así un aluvión que ocasionó una auténtica catástrofe, siendo la provincia de Chañaral la zona más afectada por este evento meteorológico.
Dado ese contexto, y en conmemoración de los 10 años de esta tragedia que azotó a la región, El Diario de Atacama recreó los últimos minutos de tres hombres que vivían en la zona cero de la catástrofe, quienes en medio de la tragedia, tomaron decisiones que ayudaron a salvar vidas.
Julio
La sofocante humedad y el calor inusual para la época era tema obligado en los círculos de amigos de Julio Palma. Los organismos de emergencia tomaron nota del fenómeno climatológico que estaba por presentarse, alertaron a los servicios correspondientes y se determinaron los resguardos normales en caso de lluvias y probables crecidas en la provincia de Chañaral. Ni la tecnología ni la experiencia de los lugareños, alertó de lo que se sucedería aquel 25 de marzo de 2015.
- "¿Cómo está la cosa?".
- "La situación es compleja. Estoy en El Salado, viene harta agua, pero no hay desbordes… por ahora", dijo Julio Palma a este cronista cerca de la 1 de la madrugada. El ex consejero regional y líder, por ese entonces, de una reconocida empresa de transportes y viejo chañaralino, era la persona indicada a la cual acudir en estos casos. Sus años como miembro de los comités de emergencia y la experiencia adquirida en aluviones anteriores lo pusieron todavía más alerta.
"Los aluviones son como los tornados, es decir, para detectarlos hay que salir a buscarlos", decía a sus acompañantes mientras subía con dirección a Diego de Almagro a "cazar" este que ya venía bajando. La idea era informar a las autoridades lo qué estaba pasando, aunque tenía claro que las obras de mitigación no podrían contener una lluvia torrencial.
-"Lo que se viene es fuerte y muy feo", comunicó a los cuerpos de Bomberos y a su empresa, y pidió alertar y evacuar las zonas inundables.
Tenía claro que por la ubicación de la misma, casi al borde del antiguo cauce del río, la destrucción era inminente. En el lugar estaban estacionados una docena de camiones cargados con ácido sulfúrico.
Cerca de las 9.30 de la mañana, un porcentaje de los camiones habían sido retirados, aunque aún quedaban algunos estacionados. Antes de las 11.00 de la mañana. Julio Palma bebió un café junto a su esposa Patricia y salió otra vez a inspeccionar la carretera. Su mujer, presintiendo que algo no andaba bien, le pidió que no fuera. Ante la negativa de su marido le pidió que se cuidara.
Ya en el taller, se dio cuenta que quedaba gente al interior de la empresa, y el agua venía con fuerza. Como pudo cruzó su camioneta para sacar a algunos de sus colegas. Un par pudo ponerse a salvo. Carlos, uno de los trabajadores, logró subirse al vehículo que crujía por la presión, los vidrios reventaron. El barro llenó la cabina.
- "Tienes que salir Carlos" - gritó Julio Palma a su amigo.
Luego, los recuerdos se hacen escasos. La oscuridad lo nubla todo y el aire no llega a los pulmones. Con el último aliento, Julio Palma levantó la vista y pudo ver las suelas de los zapatos de Carlos saliendo por la ventana lateral. Él siguió el mismo camino, no había otro. Como pudo logró abandonar la camioneta que era un bollo de latas. De Carlos no supo más.
Julio Palma, murió el 7 de abril de 2016, luego de 13 meses de lucha contra las numerosas fallas multisistémicas que presentaba debido al carácter de sus lesiones provocadas tras ser arrastrado más de tres kilómetros por al aluvión que azotó Chañaral.
Guillermo
Como todos los días, Delia y Guillermo (Sepúlveda) se contaron lo que habían soñado la noche anterior. "Hace días que no tengo sueños, me acuesto y despierto cuando ya es de día. Como que cerrara y abriera los ojos inmediatamente. ¿Raro no?", dijo a su pareja.
El diálogo se cortó con los murmullos de los vecinos que gritaban que se "venía" el río Salado. Era un comentario habitual que los antiguos habitantes de Chañaral conocían de memoria. Cada cierto tiempo, el famélico estero crecía con los deshielos y lluvias y su caudal bajaba con más intensidad.
No había de qué preocuparse.
-Gordita, y si vamos a ver el negocio mejor, mira que está justo por donde baja el río y se nos pueden mojar algunas cosas. La tranquilidad de la mañana empezó a cambiar cerca de las 11. Delia y Guillermo se dieron cuenta que si no hacían algo urgente, el agua entraría al local.
Un vecino se ofreció a ayudarlos y los tres intentaron hacer un dique. No tuvieron éxito.
La gente que a esa hora pasaba por el lugar les hacía señas o les gritaban para darles ánimo o pidiéndoles que se fueran a casa.
Pasadas las 12 era imposible contener el caudal. Dos funcionarios municipales pasaron por el lugar y los advirtieron.
-Por favor, váyanse.
A esa hora, Delia y Guillermo ya estaban solos.
-Guillermo, vámonos. Que pase lo que tenga que pasar.
No muy convencido, Guillermo aceptó los ruegos de su mujer y subieron al vehículo, no alcanzó a hacerlo correr cuando en menos de un segun-