Los recuerdos de los sobrevivientes del tsunami de 2004
INDONESIA. El peor desastre natural de la época moderna cumple veinte años habiendo dejado cifras espeluznantes y el desafío de estar mejor preparados.
Agencias/Redacción
Los recuerdos de la devastación y el miedo vivido en medio del tsunami de 2004 en el océano Índico -que dejó más de 228.000 muertos en 14 países- siguen siendo la huella más indeleble de la tragedia, de la que intentan recuperarse sus sobrevivientes, algunos con más éxito que otros, 20 años después de haber sido arrastrados por las olas.
Separados por miles kilómetros de distancia, hombres y mujeres de distintos países afectados relatan sus recuerdos hasta donde se lo permite el dolor de revivir el desastre.
Rescatado del lodo cuando era un bebé tras el tsunami en 2004, y reunido con sus padres después de una emotiva batalla judicial, el niño conocido en su momento como "Bebé 81" ahora tiene 20 años y sueña con la universidad.
La historia de Jayarasa Abilash simbolizó la de las familias desgarradas por una de las peores calamidades naturales de la historia moderna, pero también ofreció esperanza. Más de 35.000 personas en Sri Lanka murieron, con otras desaparecidas.
El bebé de dos meses fue arrastrado por el tsunami en el este de Sri Lanka y encontrado a cierta distancia de su hogar por los rescatistas. En el hospital, fue el número 81 en el registro de admisiones.
Su padre, Murugupillai Jayarasa, pasó tres días buscando a su familia dispersa, sin que le quedara a esas horas de la madrugada más que un par de pantalones cortos.
Primero encontró a su madre, luego a su esposa. Pero su hijo bebé estaba desaparecido.
Una enfermera se lo había llevado del hospital, pero lo devolvió después de escuchar que su familia estaba viva.
Sin embargo, la prueba no había terminado. Nueve otras familias habían presentado sus nombres al hospital, reclamando al "Bebé 81" como propio, por lo que la administración se negó a entregar al niño a Jayarasa y su esposa sin pruebas.
La familia acudió a la policía. El asunto llegó a los tribunales. El juez ordenó una prueba de ADN, un proceso que aún estaba en sus primeras etapas en Sri Lanka.
Pero ninguna de las otras nueve familias reclamó legalmente al recién nacido, y no se les realizó pruebas de ADN, dijo Jayarasa.
"El hospital nombró al niño 'Bebé 81' y listó los nombres de nueve personas que reclamaban al niño, omitiéndonos", dijo.
"Hubo un llamado público a todos aquellos que decían que el niño era suyo para que se sometieran a pruebas de ADN, pero ninguno de ellos se presentó", recordó. Jayarasa dijo que su familia dio muestras de ADN y se comprobó que el niño era suyo.
Pronto, la familia se reunió. Su historia atrajo la atención de los medios internacionales, e incluso visitaron Estados Unidos para una entrevista.
Abilash quiere estudiar tecnología de la información y dijo que creció escuchando sobre su historia de sus padres, mientras que sus compañeros de clase lo molestaban llamándolo "Bebé 81" o "bebé tsunami". Se sentía avergonzado, y empeoraba cada vez que llegaba el aniversario del tsunami.
"Era el fin del mundo"
Aquel 26 de diciembre, Syarifah Nargis cocinaba algo en su casa en la aldea de Kajhu, en la región indonesia de Aceh, cuando pensó que se había mareado debido a su embarazo de nueve meses, pero los gritos de todas partes le hicieron entender que no se movía su cabeza, sino que la tierra estaba siendo sacudida por un terremoto de magnitud 9,1, el tercero más potente registrado en el mundo, solo superado por el de Chile en 1960 (9,5) y Alaska en 1963 (9,2).
"Pensé que era el fin del mundo", señala la mujer que tenía entonces 29 años y que unos minutos después del sismo retomó sus quehaceres y sirvió a su familia la comida que estuvo preparando, como si la vida continuase sin más sobresaltos a pocos kilómetros de la ciudad de Banda Aceh, la zona cero del desastre en Indonesia, el país en el que murieron 167.000 personas.
El griterío que procedía del exterior de su casa fue lo último que escuchó antes de ser golpeada por las olas, que la envolvieron en una espiral de histeria en la que la muerte parecía inminente hasta que consiguió subirse al techo junto a su esposo y su hija, desde donde vieron que su pueblo había desaparecido bajo el torrente marino que se llevaba todo a su paso.
Syarifah vio cómo este desastre cegaba la vida de decenas de personas, entre ellas su cuñada, su suegra y dos sobrinos de menos de tres años. Ella tuvo mejor suerte y días más tarde recibió ayuda médica, hasta que el 14 de enero dio a luz a su hija.
Mientras en 2004 nunca había escuchado la palabra tsunami, hoy defiende la importancia de que las comunidades reciban formación en la prevención de este tipo de eventos y en la activación de sistemas de alerta temprana, pues -reconoce- los minutos después de un terremoto "son una ventana de oro" para ponerse a salvo antes de una eventual embestida del mar.
El mar se recogió
A Maitree Jongkraijak, que entonces tenía 31 años, su esposa le pidió que fueran a ver cómo el mar se había recogido en la costa del mar de Andamán , en el sur de Tailandia, el país en el que fallecieron por este siniestro al menos 5.400 personas, 2.000 de ellos extranjeras, sobre todo turistas suecos y alemanes, y otras 3.000 se encuentran hasta hoy desaparecidas.
Una vez que bajaron a comprobar aquella rareza vieron que en el horizonte una enorme ola se levantaba y se dirigía impetuosa hacia ellos, corrieron hacia su casa, en la localidad de Ban Nam Khema, a buscar a sus hijas y escapar del peligro.
Todo ocurrió en cuestión de segundos, o así lo recuerda el hombre, cuya madre y padre fallecieron ese día, ambos desaparecidos entre olas. Maitree, un político local de la provincia de Phan Nga, al norte de la turística Phuket, perdió 46 familiares en el tsunami.
Desde entonces, ha dedicado sus esfuerzos a la creación de sistemas de alerta temprana y en la construcción, con ayuda de entidades privadas, de un sistema de ayuda a los lugareños y turistas en caso de tsunami, para que puedan ponerse bajo resguardo a tiempo y salvar sus vidas.
En ese momento no sabía que el tsunami había golpeado 14 países, dejando alrededor de 228.000 muertos, cerca de un tercio de ellos en Indonesia, o que las olas habían alcanzado los 30 metros de altura.