Al pan, pan y al vino, vino
La verdad se equilibra entre el parecer, el sentir, el saber de uno y otro. Raúl Caamaño Matamal, Profesor Universidad Católica de Temuco
De tanto en tanto, reflotamos este refrán, esta expresión idiomática. Lo hacemos toda vez que necesitamos afirmar algo; que lo que digo, lo digo con franqueza, con sinceridad, de manera clara, veraz. Así, reafirmamos algo de aquello que tenemos cierto conocimiento o convencimiento.
Y esta certidumbre, esta confianza se cimenta en una palabra así como breve, válida. ¿Cuál? ¡Verdad! Esta que transita, que va y viene de uno a otro, que no necesariamente se establece en uno, pues normalmente se equilibra en, al menos, dos. Nadie es propietario de la verdad, como así tampoco nadie es infalible. Entonces, soy categórico, la verdad es de dos.
¿Qué es la verdad? En el DLE, de varias acepciones, presentaré una: "Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa".
A algunos les cuesta admitir que su verdad es relativa, estiman que lo saben todo, que si ellos lo piensan, así debe ser; les cuesta reconocer que en los demás también está parte de la verdad, que la verdad es comunitaria.
¿La verdad es inalcanzable? Creo que no, es de toda humanidad conseguirla. Tarde o temprano impera, se ilumina. Se debe tratar de descubrirla, por muy oscura e inasible que parezca. Lo negativo debe transitar a lo positivo, el error se debe corregir, la discrepancia debe tender a la armonía, de la discordancia se debe pasar a la concordia, al acuerdo.
Por tanto, el empeño en hallar la verdad, en buscarla, debe ser más que un deseo, más que un acto voluntario, menos voluntarioso, debe ser de toda justicia el imperio de la verdad. Que se imponga, que nos ilustre, que halle los equilibrios, guste o no guste. El más grande tiene parte en la verdad, el más chico, también la tiene. La verdad, repito, es de dos, no es de uno solo. La verdad se equilibra entre el parecer, el sentir, el saber de uno y otro. La verdad no debe tardar, mientras más pronto asome, más diligente se pronuncie, mejor.
Sin eufemismos, sin rodeos, de modo directo, de manera franca.
No son pocas las veces que en nuestras interacciones aparecen de manera sorpresiva las expresiones idiomáticas, y no son pocos quienes las utilizan de modo recurrente (un amigo, un muy bien amigo, las usa sin ton ni son, es cholcholino él). Esta vez, una vez más, quizás más veces de lo que quisiéramos, de manera solemne y también espontánea, asoma y asoma "Al pan, pan y al vino, vino".
¡Sanseacabó!