Un hijo de Atacama en el corazón de la ópera
Vives en Nantes, Francia, pero naciste en Antofagasta. ¿Cuándo, Diego?
- En 1991, responde.
Una pregunta desata un vendaval de emociones, detalles y anécdotas de Diego Gonzalo Godoy Gutiérrez, un notable y -hasta cierto punto- insólitamente desconocido cantante lírico chileno de apenas 32 años, pero con un intenso recorrido en Europa, donde hoy está avecindado.
El músico está concentrado en su consagración, proceso en el que está con una extraordinaria dedicación, tal cual ha sido todo en su vida.
El descubrimiento
Fue en Copiapó -ciudad a la que llegó a los 10 años de edad- donde el tenor se enfrentó en serio con la música y en específico con el canto. En el Liceo de Música de nuestra ciudad (2007- 2010) fue descubierto por el profesor Rodrigo Tapia Salfate, quien lo llevó al Coro Polifónico, al Coro de Cámara de Copiapó y como solista.
En el Liceo, la música era una exigencia y Diego empezó con el piano hasta que se concentró en su voz.
"Recuerdo exactamente un día de 2007, yo estaba en primero medio y el coro sale a cantar dirigido por Rodrigo Tapia y yo nunca había escuchado eso en vivo. Había oído esas cosas en películas y pensaba que esos sonidos lo hacían con sintetizadores. Esas armonías, esa polifonía, esa impostación de las voces. Yo tenía 14 o 15 años, era un adolescente y a esa edad tú no quieres reconocer que te gusta algo, pero quedé impactado y el segundo se me produjo cuando estuve en el ensayo y en medio de toda esa masa humana, que eran como 40 cantantes, recuerdo como una cachetada sonora. Me vibraron los tímpanos al escuchar todas las voces juntas desde adentro y dije wow. Yo quiero hacer esto y así fue como partí con esto".
Tapia Salfate fue el principal impulsor e influencia en las decisiones posteriores del adolescente. Como director del coro y profesor de la cátedra de canto, le expresó categóricamente a Diego que debía considerar seriamente porque advirtió una capacidad fuera de lo común.
"Vas a terminar en Europa más temprano que tarde", le dijo a su pupilo.
Diego decidió en 2010 irse a Santiago para ingresar a la Universidad Metropolitana de donde egresa como Licenciado en Educación en 2014. Paralelamente, prosigue su formación como cantante de ópera en el taller de la renombrada mezzosoprano chileno- austriaca, Graciela Araya, quien insiste en el mensaje: Diego debe marcharse a Europa a buscar su destino.
Esto fue una sorpresa para sus padres, quienes lo alentaban en esta pasión, pero no tenían presupuestado que buscara aquí su desarrollo profesional. Ya cumplida la mayoría de edad, decidió tejer su propio destino.
¿Entonces partes a Europa?
- Decidí jugármela entrando a un concurso de ópera internacional que se hace en Perú, el concurso Trujillo en 2012. Yo tenía 20 años, me inscribí y quedé y yo pensaba pasar la primera ronda como en los mundiales de fútbol. Dos semanas después me encontré en la final y no me lo esperaba, me quedé sorprendido. No triunfé, pero gané el premio a la Esperanza Joven.
Después de eso, aprovechando esa esa buena racha, audicioné para el Teatro Municipal de Santiago donde me dieron un rol solista en Romeo y Julieta para el año 2013, lo que marca mi debut como profesional, lo que fue un golpe para un joven de 21 años. Después también canté otras cosas ahí.
El 2014 ya empecé a prepararme para hacer audiciones en Europa.
Por entonces, fui admitido para proseguir con una alta formación de perfeccionamiento en la Academia del Teatro de la Ópera Nacional del Rhin, en Estrasburgo, Francia, entre 2015 y 2017.
¿Cómo llegaste allá?
- En ese tiempo estaba haciendo muchas cosas, estudiando mucho la ópera, con una vida de bastante sacrificio, como cualquier estudiante provinciano en Santiago. Pasé muchas cosas, o sea, canté en el Metro y en las micros, por ejemplo.
Resultó que vino una persona a Chile a hacer una clase magistral de ópera y estaba buscando un tenor para cantar una obra en Berlín, en su compañía y me dice: "es un contrato pequeño, pero igual, es importante, quizás te puede servir, si estás interesado".
Y claro, no era un gran contrato, pero yo dije aquí está la oportunidad de ir a hacer algo a Europa". Recibió ayuda, lo que fue fundamental para "sobrevivir" los tres meses que se extendería la estadía. Pero una vez en Alemania, empezó a hacer audiciones y postular a otros trabajos.
Pura pasión
Nada fue fácil. Ni la lengua, ni los trámites administrativos, ni el hacerse un espacio siendo extranjero en una tierra que es también cuna de la música clásica.
Fueron muchísimas audiciones, hasta que, cantando en una pequeña compañía, conoció una pianista, que envió un video a un director que estaba en búsqueda de un tenor. El maestro lo observó y escuchó y lo mandó a buscar. Viajó y se dio cuenta que había otros dos cantantes, pero fue a él a quien le ofrecieron el puesto y un contrato por dos años, cuando ya rayaba el 2015.
En 2017 ganó, por unanimidad del jurado, el Concurso Internacional de Ópera Francesa "Maitres du Chant", realizado en París. Y en 2023 volvió a triunfar con el "Premio al Joven Artista Destacado de los Escenarios Franceses".
Hace dos años está haciendo el rol de "Don José", de "Carmen" de Bizet (con más de 25 funciones) y el de "Manrico" del "Trovador" de Verdi (con más de 20 funciones), que se han convertido en las obras con las que se siente más cómodo.
El desarrollo y el reconocimiento le permitieron dejar de audicionar por el 2018. La última audición que había hecho había sido para el teatro Florencia en Italia, donde lo tomaron para un para un primer elenco de La Cenicienta con el rol del príncipe. Se sumó luego otro contrato con el Teatro Bolshoi de Rusia, hasta que llegó 2019 y la pandemia de covid.
" Cuesta muchas horas de no dormir y romperse la cabeza pensando en cómo podría hacer esto mejor.... Es una competencia total y directamente contigo mismo".