El cáncer a la próstata cobró la vida de 133 personas en Atacama entre 2019 y 2023, según informó la Fundación Arturo López Pérez (FALP), que lanzó por primera vez su campaña "Hazte Cargo: El cáncer de próstata se puede detectar, tratar y curar".

Una cifra de la que se debe tomar conciencia y que nos debe llevar a un plano más amplio. Y es que sabido es que los controles preventivos son fundamentales en los mayores de 50 años, como también en los mayores de 40 que tienen antecedentes familiares directos con este cáncer.

Pero en la región y el país, la edad a veces termina dando igual porque se superponen otros conceptos que terminan bajándole el perfil a lo que pueda pasar. Los chistes en torno al modo de detección han terminado por fomentar una mal entendida "masculinización", en la que hombres prefieren derechamente no hacerse el testeo.

Ya es tiempo de hablar de forma madura en torno a este mal y dejar de lado estereotipos que solamente contribuyen a masificar los casos y las muertes. Además se han fomentado mitos en torno a la sexualidad de los hombres.

El plantear solamente bromas y no hablar en serio, termina silenciando el diálogo y el debate en torno a una enfermedad que es muy silenciosa, dado que no tiene síntomas específicos.

Es de especial relevancia transmitir estos mensajes a adultos mayores, marcados por generaciones en que estaba "mal" ir al médico, especialmente al urólogo. En este sentido, la familia cumple un rol fundamental para animar y "obligar" a los hombres a que se hagan el examen.

Una muerte natural es lo que muchos deseamos a nuestras mascotas. Son miembros de la familia, de nuestra vida y para algunos, la idea de la eutanasia parece inconcebible. Pero, aceptar que nuestra mascota no será eterna y entender que cada etapa de vida tiene sus dificultades, es importante a la hora de tomar decisiones terapéuticas compasivas, como la eutanasia, sobre todo porque se debe privilegiar siempre, el bienestar de la mascota, del cuidador y de la familia.

Por lo tanto, la decisión de afrontar la eutanasia es un proceso que requiere de una comunicación entre médico (a) veterinario (a) y tutor, basado en hechos médicos, no de otra índole, para determinar cuál es el momento oportuno de elegir el bien morir; que nuestra mascota no llore o se queje, no significa que no sienta dolor, ya que existen parámetros específicos que lo demuestran; como el índice de lactato, temperatura, presión arterial, patrón respiratorio, reflejos de dolor ausentes, presencia de larvas y/o moscas, signos de dolor, inapetencia, deshidratación, higiene o estado del pelaje, incontinencias urinarias o fecales, compromiso de conciencia, postración, padecimientos o enfermedades crónicas incurables, cáncer, y que en suma reflejan la calidad de vida de nuestro paciente. Considerar el grado de sufrimiento que este proceso está generando en la familia, las condiciones anímicas y, por último, las económicas que conlleva alargar una agonía. Así, la eutanasia se convierte en una opción compasiva y una alternativa terapéutica, cuando la calidad de vida de la mascota y de la familia se ve gravemente afectada.

La reflexión como profesionales de una sola salud es velar por una muerte digna, evitar la obstinación terapéutica cuando no existan opciones y alivianando el sufrimiento innecesario. Un proceso que se debe realizar con altos estándares médicos y éticos, preparando a la familia, con sedación previa del paciente y enfocada en el vínculo, esto es, permitiendo que el propietario pueda estar presente para despedirse y que desempeñe un papel reconfortante para el animal, porque a veces, dejar partir a nuestro querido compañero es el último acto de amor que podemos ofrecerle.