Si volviera a tener 17 años y tuviese que elegir una carrera para estudiar, sin duda alguna elegiría Geografía, una disciplina que conocí durante mis estudios de posgrado y de la cual quedé completamente fascinada.

La Geografía es fundamental en la planificación y ordenamiento de los territorios, ya que contribuye significativamente a reducir las brechas y desigualdades que surgen de la interacción entre el ser humano y su entorno. Además, facilita la generación de proyectos que buscan promover la justicia territorial, un objetivo que tanto anhelamos.

Esta reflexión nace a partir de una preocupante noticia que se ha difundido en los círculos universitarios hace dos semanas: la Universidad Austral de Chile ha decidido cerrar las postulaciones a la carrera de Geografía para la cohorte 2025. Profesores y estudiantes están en una cruzada para revocar esta decisión, expresando la necesidad de que "no los borren del mapa" y se ponga en valor la importancia de la Geografía. Por esta razón, están llevando a cabo actividades de difusión de esta ciencia con la comunidad, que en muchas ocasiones desconoce su verdadero propósito, con la esperanza de que puedan apoyarlos en esta cruzada.

Algunos podrían preguntarse por qué un problema que se desarrolla en una universidad del sur de Chile es relevante. La respuesta está en la falta de ordenamiento territorial del país, lo que lleva a regiones como la nuestra a convivir con relaves, socavones, escoriales y otras externalidades mineras. Estas situaciones se vuelven pintorescas precisamente porque carecemos de una planificación adecuada que no aborda estos problemas "geo-éticos", los cuales podrían intensificarse debido al cambio climático o la transición energética.

Por ello, comparto la preocupación por el cierre de dicha carrera, una preocupación que ha sido compartida de forma transversal. Hay disciplinas que deben permanecer en las universidades más allá de su rentabilidad económica, ya que los geógrafos y geógrafas posibilitan el diseño de ciudades con una visión de sostenibilidad y equidad en la distribución de la riqueza, lo que constituye la base para sociedades más justas. De esta manera, al igual que se evidencia en las redes sociales en respaldo a quienes luchan por dar vuelta esta lamentable decisión, esta columna reitera que, tanto para mí como para muchos otros, la #LaGeografíaImporta.

El fin de semana Chile vivió un proceso eleccionario que estuvo lejos de ser una fiesta de la democracia. Las primarias tuvieron una muy baja participación con poco más de un 6% del padrón electoral. Si bien fue mayor a 2020, estamos comparando un proceso muy malo con otro malo y en el que Atacama salió perdiendo.

Parece un despropósito que se vivan procesos de este tipo sin el efecto que se requiere. Candidatos que terminan siendo elegidos con un porcentaje mínimo y, por ende, con muy poca representación versus otros que irán a la papeleta de octubre por movidas partidistas, distan de los "mínimos comunes" para contar con líderes lo más democráticos a nivel comunal y regional.

Se ha buscado, sin razón, culpar al Servicio Electoral. Se habla de poca difusión, pero lo cierto es que podrían estar los líderes de marketing más connotados a nivel mundial y era imposible subir la participación durante el pasado domingo.

La razón es que el divorcio de la ciudadanía con la política ya es algo crónico y no hay fórmula que permita hacer un cambio estructural.

El voto obligatorio ha sido usado como herramienta, pero está lejos de ser una democrática . Además si bien puede dar mayor validez a una elección, puede tener un efecto indeseado dado que el candidato que más promete sin argumentos, puede cautivar a un electorado indeciso.

De todas maneras, es una fórmula a analizar o bien derechamente erradicar estos procesos. Y es que no puede ser que unos territorios tengan este proceso y otros no y parece injustificado que el comercio cierre ante tan baja participación, más en un periodo de estancamiento económico.