Atacama… ¿Quid vadis?
Rodrigo Rojas Veas , Rector Santo Tomás Copiapó
Esta semana conocimos los resultados de un interesante estudio realizado por el CEDIT, centro formado por 4 prestigiosas universidades, cuyo fin es promover el desarrollo integral y equitativo de los territorios. Este estudio denominado "Índice de la calidad de la gobernanza regional en Chile", está hecho en base a una metodología utilizada por la Unión europea desde hace años, la que permite obtener valiosa información acerca de la percepción de los habitantes de todas las regiones sobre la calidad de los servicios públicos, la imparcialidad en la entrega de estos y la prevalencia de la corrupción.
Para entender los resultados, es importante tener claro lo que se entiende por gobernanza. Esta se define en el mismo estudio como "los procesos mediante los cuales se toman decisiones públicas, la movilización de recursos públicos y privados para implementarlas y la evaluación de sus resultados concretos". Asimismo, se señala que el indicador no solo mide la calidad de los órganos del Estado, sino que también el proceso político en el cual la sociedad civil organizada juega un rol fundamental e influye de manera determinante en la calidad de la gobernanza. Además, se identifican 4 pilares de la buena gobernanza: la calidad de las burocracias locales, probidad o ausencia de corrupción, el imperio de la ley y la participación ciudadana y la rendición de cuentas.
Lamentablemente y como confirmación de una serie de datos sectoriales conocidos años atrás, nuestra región se situó como la única del país cuya gobernanza es considerada en el nivel crítico, lo que equivale a que somos la única región de toda la muestra con la peor calidad de la gobernanza.
¿Es sorprendente este resultado? Francamente no.
Desde hace años conocemos nuestros malos desempeños en indicadores sectoriales considerados en este índice, como la calidad de la Educación de acuerdo al SIMCE y la PAES; pobreza multidimensional establecida por la CASEN 2022, la cobertura en la atención de Salud medida por la disponibilidad de especialidades y capacidad de resolución del sistema y la evolución del empleo según la encuesta trimestral del INE. Por otro lado, hemos vivido procesos complejos en el ámbito de la Educación pública y en el de la probidad con casos de alta connotación. Entonces, nadie podría esperar que, en una investigación que busca capturar la apreciación sistémica de los ciudadanos de la región, la percepción fuese distinta.
Ya confirmada la compleja situación regional, cabe preguntarnos: ¿Qué haremos como comunidad para afrontar esta realidad y cambiar el curso? No es una pregunta fácil y el trabajo para llegar a una solución será aún más difícil.
Pero si seguimos impávidos viendo como esta tendencia se consolida y nos acostumbramos a ser la región con peor desempeño en indicadores de alta importancia, hablaría muy mal de nosotros.
Estos resultados nos interpelan a trabajar mancomunadamente entre el sector público, el sector privado, las Instituciones de Educación superior y la sociedad civil. Nadie tiene la exclusiva responsabilidad de lo que ocurre ni tampoco la receta mágica de las soluciones. El primer imperativo es autoconvocarnos para trabajar en pos de un mejor futuro. Atacama nos lo exige.