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Ahora está viejito, entonces no viene tanto. Lo trajo la hija, que lo ayuda ahora por la edad. Le corté el pelo y nos quedamos conversando sobre cómo estaba, sobre su familia. Los conozco a todos. Y así hemos ido construyendo una historia, porque somos copiapinos natos, y sabemos mucho de esta ciudad y lo que pasa, de las familias antiguas como los Nicolás, los Cavada, por nombrar algunas", dice Antonio.
Sobre las nuevas modas de cortes de pelo, que implican uso de máquina, los llamados fades, las líneas con navajas, entre otras, Antonio dice que no las considera malas ni tampoco le molestan, porque "son modas y las modas han existido siempre. Los jóvenes siempre tienen el pelo cortado más rebelde. Me acuerdo cuando era joven lo llevaba largo, como el Leonel, y en ese tiempo era visto como ahora vemos a los adolescentes de hoy", agrega.
Además, dice que no le afecta el negocio, porque "yo puedo cortar el pelo con máquina como ellos, pero ellos no pueden cortar el pelo con tijeras como yo".
Tintura de mujer
Elena Carrasco aprendió a cortar el pelo donde la Pocha Osorio, una peluquera copiapina, el año 72, pero dice que no se sentía cómoda por lo que le arrendó una casa a Eliana Nicolás, donde empezó a trabajar por su cuenta.
Pese a que ha pasado por varias ciudades, como Santiago y Buenos Aires, Elena cuenta que no se ve fuera de Copiapó. "Acá tengo muchas clientas que ya no son clientas, que son amigas. Les conozco la vida entera. Y hay muchas que ya han partido. Una de las cosas que más pena me ha dado fue en pandemia, cuando no pude ir al funeral de una señora que llevaba atendiendo toda la vida", cuenta.
"He ido a los funerales de muchas clientas, y cada vez es una pena enorme. Porque pasamos mucho tiempo juntas, conversando, riendo. Las mujeres mayores suelen venir seguido, entonces las veo de forma regular. Por eso es aún más triste cuando ya no están", asegura.
Cuando volvió de Buenos Aires, un amigo le ayudó a conseguir trabajo junto al "Beto", uno de los peluqueros más conocidos y recordados de la ciudad, con quien estuvo cerca de media década, antes de instalarse, junto a su hermana, en la casa cerca de la Alameda donde atiende hasta hoy.
"Hace como cinco años una escritora de Caldera me ofreció que escribiéramos un libro, que le contara las cosas que me han contado y así hacer una clase de historia de la ciudad. Pero le dije que no. Las cosas que me han dicho yo las atesoro, porque son una muestra de la confianza que me tienen y yo jamás las vendería", cuenta.
Su peluquería es pequeña, con dos sillas, una puerta de madera y vidrio y colores cálidos. Aquí vienen mujeres a teñirse, a cortarse y peinarse. "Aunque tengo algunos clientes hombres, la mayoría son mujeres. Aunque cada vez menos jovencitas. La pandemia hizo que las jóvenes aprendieran a hacer mucho mantenimiento de su pelo en sus casas. A teñirse y peinarse. Antes venían para eventos importantes, como graduaciones, pero ahora cada vez menos", dice Elena.
Cuenta que algunas clientas vuelven incluso cuando les implica viajar. "Tengo varias que se han ido a Santiago, que vuelven diciéndome que no se acostumbran con otra, que yo ya sé como ellas les gusta estar peinadas y los colores", agrega.
"Uno hace mucho de psicólogo, de confidente, y esa historia conjunta, esa complicidad es algo que uno guarda y te hace muy feliz", cuenta Elena, que dice que muchas veces no ha salido de vacaciones para estar a disposición de sus clientes, de sus amigas. "No me molesta eso. Por el contrario, me gusta".
Ella no solo corta el cabello, sino que también teje historias, compartiendo secretos y sueños mientras sus manos moldean el cabello con la destreza de un artista consumada y testeada por los años de experiencia.
Sobre la aparición de las nuevas barberías extranjeras, dice que no le molestan ni le afectan el negocio, porque "desde hace años comencé a dejar de trabajar con niños. Uno ya no tiene tanta paciencia", dice riendo.
Sobre los cortes de pelo de moda, dice que los encuentra "típicos de la juventud. Tengo sobrinos nietos donde el mayor ya tiene 12, y se hace esos cortes de pelo. No me molestan, aunque nunca los haría".
Y mientras ellos siguen manteniendo los cortes más clásicos, las calles de Copiapó, los peluqueros tradicionales son más que simples artesanos del cabello; son guardianes de una tradición perdurable, testigos silenciosos del devenir de los años.
En sus modestos salones, las historias se entrelazan con las tijeras, y el pasado y el presente convergen en cada corte de cabello. Su habilidad y dedicación reflejan un legado de excelencia y compromiso que perdura en la memoria de una ciudad que sigue siendo fiel a sus raíces. Son bibliotecas vivas de historias secretas.
2 son las historias de peluquerías, que representan el legado y tradición de este comercio en Copiapó.