Corte tradicional: peluquerías históricas guardan intacta su tradición en Copiapó
MODA. Desde fútbol a chismes, ellos son los guardianes de los secretos de la ciudad. Llevan más de cinco décadas escuchando y viendo el crecimiento de las familias más reconocidas.
Pocas veces una persona está tan relajada como cuando está sentada en la silla de su peluquero, sobre todo cuando entre ellos existen años de confianza. Y en Copiapó hay quienes llevan escuchando las historias de la ciudad por más de 50 años.
Cinco décadas de historias de familias, de relaciones, de cariño. Son depositarios de la historia oral de la comuna, capaces de rastrear líneas de parentesco, relaciones comerciales y amorosas.
Ser peluqueros es más que solo cortar y peinar a las personas. Dicen que son parte psicólogo, parte consejero y parte confesor. Y en el día de hoy, en medio de la lucha contra el aumento explosivo de barberías que se han instalado en el centro, conocemos dos historias de más de 5 décadas frente a un espejo.
El mejor hincha
Antonio Arenas lleva 45 años cortando pelo en la su peluquería de la calle Atacama. Es una casa antigua, por sobre el nivel de la calle, con un piso de tablas que crujen y paredes verdes cubiertas de fotos de deportistas de muchas épocas de Atacama.
Un muro completo para recortes, fotos y autógrafos de Deportes Copiapó, de incluso cuando eran Regional Atacama. "Acá tenemos un museo fotográfico y cuando vienen los clientes, preguntan y les cuento historias de los jugadores, de los deportistas", cuenta Arenas.
Tiene fotos de todos lo grandes jugadores que han pasado por el club, como por ejemplo Marcos Cornez, Osvaldo "Pata Bendita" Castro y Willy González, uno de los arqueros más recordados del club, tanto por su grandes capacidades como por su trágica muerte. Y entre las fotos, está una placa que Deportes Copiapó le dio a Leonidas Arenas por ser "el hincha histórico e incondicional".
"Partimos con unas pocas fotos, pero de a poco se fueron sumando más. Después los mismo clientes nos traían fotos de deportistas locales que ellos conocían. Así fuimos de a poco llenando los muros. Ahora estoy tratando de ordenarlos", dice sonriendo, porque la tarea de ordenar y mantener tantos rostros parece ser titánica.
Por sus dos sillas, que son de fierro y cojines de cuero, han pasado generaciones de familias, de hombres que prefieren un corte "corto formal, o más largo formal, como le decían antes".
"Mi papá se puso con esta peluquería hace 54 años. Yo empecé a trabajar con él el 77, después de haber ido a Santiago a hacer un curso de peluquería. Me quería quedar allá, pero el me dijo no, tienes que volver, así que me vine. Desde entonces que estoy acá", cuenta.
Para él, lo esencial para su oficio es tener una personalidad acogedora, que permita a las personas relajarse y contar lo que tienen atrapado en el pecho. "El peluquero muchas veces tiene que escuchar al cliente cuando viene con problemas y uno lo nota. Le preguntas al cliente ¿qué le pasa? Lo veo que viene un poquito serio, y él ahí te cuenta el problema que tiene y ahí conversamos. Entonces pasamos a ser como psicólogo también. El cliente te cuenta sus cosas y al final te dice 'sabe qué Antonio, me hizo súper bien conversar con usted'".
Y en esa complicidad, Antonio ha cultivado amistades que cruzan generaciones. Clientes que llevan a sus hijos y él los ve crecer, para luego convertirse en nuevos clientes. "Los papás de estos niños buscan este tipo de peluquería para cortarle el pelo de forma tradicional, que significa no cortarle el pelo como se usa ahora, con la moda que hacen estos jóvenes peluqueros que han abierto en el centro, especialmente de Colombia. Entonces, hay muchos que prefieren traer a sus hijos a una peluquería tradicional", dice.
"Mi hermano no se dedica a esto, pero también es como yo, entretenido, conversador, cálido con las personas. Nos dicen que somos una familia entretenida", asegura.
"Mi padre cortó el pelo hasta los 89 años. Y antes de retirarse me dijo que tenía que cuidarle los clientes, y lo he hecho. Tenemos hombres que llevan viniendo acá desde siempre, que les sé toda su vida", cuenta.
"Ayer vino el señor Oriel, que era un cliente de mi papá.
"Acá tenemos un museo fotográfico y cuando vienen los clientes, preguntan y les cuento historias de los jugadores"
Antonio Arenas, Peluquero
"He ido a los funerales de muchas clientas, y cada vez es una pena enorme"
Elena Carrasco, Peluquera