Cómo se empezaron a hacer los libros en Latinoamérica
"Introducción a la cultura visual y material del libro antiguo", de la académica mexicana Marina Garone, busca entender el trabajo editorial y a quienes lo realizan desde el siglo XVI.
Hay quienes subrayan y escriben apuntes en los márgenes de las páginas de los libros, como quien realiza una edición comentada para heredarla. Otros, aún en esta época, temen dañar las hojas y usan pegatinas o sólo un marcapáginas, sin dejar huellas. Ambos, sin embargo, muestran respeto por el libro como objeto cultural: algo complejo en sí mismo, donde intervino el trabajo de varias personas en el contexto de una tradición, como evidenció "El infinito en un junco", de Irene Vallejo, autora española que contó la historia de los libros desde el papiro hasta la biblioteca actual, el sueño de Jorge Luis Borges en "La Biblioteca de Babel".
Ambos textos, desde la investigación y la literatura, dan cuenta de lo frágiles que son los libros frente al tiempo, los conflictos y la naturaleza.
Hace unos días, Ediciones UC, de la Pontificia Universidad Católica, publicó "Introducción a la cultura visual y material del libro antiguo", de Marina Garone Gravier, académica del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La obra es parte de la colección Breve Biblioteca de Bibliología.
-¿Cuál es la diferencia entre estudiar bibliotecología y bibliología?
-Bibliotecología es la disciplina que estudia cómo se dan los servicios bibliotecarios, cómo se atiende a los usuarios, cómo se organizan los materiales en las bibliotecas, cómo se clasifican las informaciones, ya sea de libros, revistas o diarios. La bibliología es la ciencia madre del libro, que lo estudia no en su dimensión de objeto que vive en una biblioteca, sino que como transmisor de conocimientos diversos, que tiene procesos de producción específicos y una serie de actores. El autor es siempre, desde el punto de vista literario, el que más se estudia, pero la bibliología atiende a todos los elementos materiales e inmateriales, es decir, históricos, técnicos y del artefacto.
-En tu libro nos llevas por un paseo desde cómo se hace la pulpa, el papel, hasta el diseño de letras.
-Es parte de una colección de seis libros de divulgación, es decir, que no sean para eruditos. Queremos hablarle al público general, a los estudiantes y cualquier persona interesada en el mundo del libro. Este es para entender qué hay de visual y de material. Incluso los libros digitales tienen un aspecto físico, que no pueden existir fuera de un hardware, así como también tienen su gramática visual. Es una colección escrita por autores latinoamericanos, en español.
-Una de las primeras afirmaciones del libro es que en los últimos 20 años hubo un incremento de este tipo de estudios en Latinoamérica, a partir de la apertura de carreras afines en las universidades, lo que coincide con una baja en la lectura a nivel general. ¿Por qué se cree que se lee menos?
-Este interés en volver a los libros es porque explican muchas más cosas que sólo la literatura: historia, política, los procesos democráticos en nuestros países, o al revés: creo que hemos vuelto a los libros a ver cómo funcionan, porque son una especie de espejo de muchas de nuestras historias, pero hay que entender cómo se producen. Es como si quisiéramos estudiar la historia de la comida a partir del diseño de las vajillas. El libro nos da muchas pistas sobre aspectos culturales que no son solamente qué escribió tal autor, o qué pensó. Son tantas personas las que participan para que un objeto final llegue al lector, desde el que hace el papel, el que diseña las tipografías, el que imprime, el que fabrica todos los tornillos de las prensas de impresión; o el que genera los dispositivos electrónicos y el software donde leemos, el bibliotecario que organiza la información para que no se pierda; el grabador, ilustrador o fotógrafo que hace las imágenes. Y, en un contexto más amplio, libreros, editores y correctores de estilo, ponen en perspectiva que el autor es la punta del iceberg. Suponiendo que ahora se lee menos, en América Latina estamos produciendo libros desde hace 500 años, que circulan por todo el continente. Es curioso que ahora los estamos empezando a mirar como objetos en sí mismos, ya que antes se miraban sólo los edificios, cuadros, esculturas, en un estudio interdisciplinario, que va desde la historia, diseño, comunicación visual, literatura, tecnología y el comercio. Estamos en un momento privilegiado, donde no sólo necesitamos traducir textos, sino que reflexionar sobre los objetos y cómo estudiar nuestro propio patrimonio documental y bibliográfico.
-Los primeros libros en Latinoamérica se hicieron con papel hecho en España, lo cual los encareció.
-Está lo caro del material y, por otro lado, el control del soporte: sin papel no hay publicación, era una especie de control de discursos, pero eso no limitó la enorme cantidad de obras y el mayor bibliógrafo latinoamericano es chileno: José Toribio Medina, en la Biblioteca Nacional (ubicada en el casco histórico de Santiago), hizo estudios de la producción impresa para muchos países de América Latina (Perú, Cuba, Ecuador, México, Colombia y Venezuela), con eso te das cuenta de que la producción de libros, más allá de los que venían importados, fue importante, con una gran cantidad de gente que participó desde el siglo XIX hasta hoy.
-De ese primer periodo, en Chile todavía circulan traducciones del italiano al español que fueron impresas en Francia. Una vuelta enorme.
-Si quisiéramos entender, a grandes rasgos, la circulación general del libro en Latinoamérica desde que llega la primera imprenta a México, en el siglo XVI, hasta más menos la actualidad, tenemos un primer periodo, el colonial, donde pocos países tuvieron imprenta, como México, Guatemala, Cuba, Argentina y Uruguay, mientras que a otros llegó con los procesos de independencia, como difusor de ideas. Ahí está Chile, aunque las publicaciones chilenas antes se imprimieron en Perú. Cuando los países cortaron su relación con la corona española, capitales provenientes de Francia, Alemania, Estados Unidos e Italia comenzaron a enviar materiales durante buena parte del siglo XIX. Luego volvió el capital español hasta hoy, que es muy importante. Ver esos procesos de 500 años, ó 200 en el caso de Chile, nos permite analizar los cambios de ritmo en la producción editorial, que no todos los países corren a la misma velocidad, sino que responden a su historia.
Marina Garone Gravier es la autora de esta obra que analiza el libro en su materialidad.