Siempre me ha llamado la atención el empeño que pone cierta gente para ser infeliz. Es como si se propusieran expresamente serlo, y la verdad es que lo consiguen. ¿Cuál es la receta para lograr que se frustre el deseo más profundo que todos tenemos, el de ser felices?
Me imagino que hay muchas maneras de experimentar lo que podríamos llamar la frustración fundamental. La receta que yo he descubierto con sólo observar la vida de mucha gente no es única, pero me atreveré a ponerla por escrito. Pienso que te interesará por si quieres arruinarte la vida, pero también para el caso de que prefieras no seguir ese camino. Expondré los ingredientes de manera suelta, sin que el orden indique mayor o menor importancia.
Cuando hablo de infelicidad, por supuesto, no me refiero a un estado momentáneo, como el que experimentamos la última vez en que Chile fue eliminado en las clasificatorias del Mundial de fútbol. Me refiero a la idea de que la vida entera termine frustrada y, por tanto, que uno acabe convencido de que nuestra existencia no tiene sentido alguno.
El primer requisito para terminar en una vida vacía y sin horizontes es, de manera paradójica, el obsesionarse con la propia felicidad y entenderla al modo hedonista, es decir, como un sinónimo de pasarlo bien. No te propongo aquí que te empeñes en pasarlo mal, simplemente atiendo al hecho de que la gente infeliz tiene en común, según me parece, el apuntar a conseguir hoy y ahora el mayor placer que sea posible. Un ejemplo perfecto es el recurso a la marihuana, que produce una momentánea sensación de bienestar, y luego deja un vacío, hasta la próxima oportunidad. Pensándolo bien, quizá no debí haberme referido a este tema, porque la gente que se siente aludida se enfurece y se resiste a pensar más sobre la materia. Lo dejaremos para otra columna, de modo que puedes seguir leyendo.
También es muy importante para conseguir la infelicidad el huir del silencio. Es clave no tener tiempo para pensar, estar todo el día pegado a las pantallas: esto ayuda mucho para ser incapaz de mirar las cosas con perspectiva y también para carecer de amistades verdaderas. Es decir, lleva a funcionar simplemente con el esquema estímulo/respuesta, como le sucede, por ejemplo, a una mascota. El problema es que a los animales eso les resulta, porque no tienen esas grandes aspiraciones que nos caracterizan a los seres humanos. Nosotros somos distintos.
Es clave que no dediques tiempo a los demás, especialmente a los más necesitados. Empéñate en relacionarte sólo con gente sana, bonita y exitosa. Así, cuando vengan las dificultades de la vida no tendrás ni la fortaleza ni las herramientas que te permitan enfrentarlas, lo que te hará muy infeliz.
Métete en la cabeza que lo único importante eres tú y tus derechos. Nunca te preguntes por tus deberes y responsabilidades, ni mucho menos sobre qué más podrías hacer por tu familia, tu universidad o tu país. Mira con ojos críticos a tus padres: jamás te fijes en lo que ellos te han dado, en las noches en vela que pasaron por ti, o en sus esfuerzos por educarte. Atiende sólo a lo que todavía no te han entregado, a las veces en que no estuvieron a la altura de lo que esperabas de ellos o incluso a las ocasiones en que te fallaron.
Hay ciertos libros que no debes leer por ningún motivo. Por ejemplo, el Critón, un diálogo platónico, donde Sócrates se enfrenta con quienes piensan que el hombre feliz es el que hace lo que quiere, el que da rienda suelta a todas sus apetencias y tiene el poder suficiente como para hacer el mal sin que nadie lo castigue. Mucho menos se te pase por la mente leer cada día un capítulo de las Cartas de un diablo a su sobrino, de C. S. Lewis, el mismo que escribió Las crónicas de Narnia, que quizá leíste cuando niño. Se trata de obras muy peligrosas, que pueden apartarte del camino a la infelicidad.
Con todo, el elemento más importante para ser infeliz consiste en convencerte de que estás fatalmente condenado a seguir la ruta que aquí te he descrito u otros semejantes. Si te convences de que no puedes cambiar, ni siquiera paso a paso, habrás hecho un progreso magnífico en el camino a la infelicidad.