Nuestro país navega desde hace al menos una década en un tiempo de turbulencias que impide que temas cruciales para la ciudadanía no puedan definirse por la falta de acuerdos del conjunto de decisores públicos. Así, reformas importantes y extremadamente necesarias han fracasado sucesivamente mostrando la incapacidad del sistema y sus actores por identificar los espacios de acuerdo para encontrar soluciones a los temas que más afectan a la población. Como salida a los desencuentros, la elaboración de una nueva constitución fue la panacea a la que muchos apostaron todas las fichas. Mas, la experiencia vivida en el primer proceso y en lo que va de este segundo ha generado un creciente sentimiento de desafección en los ciudadanos poniendo en serio riesgo la viabilidad de la construcción de una nueva carta fundamental.
La característica principal de todo este proceso es el estado de aletargamiento en que parece que nos hemos sumido sin poder desprendernos. Miramos impávidos la sucesión de indicadores que develan la pertinaz tendencia de falta de crecimiento, del aumento del desempleo, de la desaceleración de importantes actividades económicas, todo lo que tiene una expresión concreta en menores oportunidades para las personas y menor recaudación para el fisco lo que disminuye la aplicación de políticas publicas de alto impacto especialmente para grupos vulnerables.
¿Cómo salimos de este brete?
Se requieren liderazgos que tengan una visión de Estado y que pongan por delante de cualquier consideración, el bien común.
Para usted seguramente esta es una frase repetida y que, por lo mismo, ha perdido sentido. Pero es lo que necesitamos aun cuando parezca casi una quimera. En esta línea la propuesta que han elaborado Joaquín Lavín y Alberto Mayol "Dos miradas por un futuro común" es, a mi juicio, lo más interesante que ha surgido en el último tiempo pues estos 2 personeros que están en las antípodas salen de las trincheras ideológicas sobre la base de identificar las enormes posibilidades que estamos desaprovechando como país. Una constatación evidente es que somos un país rico en recursos naturales de absoluta necesidad para la transición verde que el mundo reclama. Tenemos cobre, litio, energía solar y eólica, hidrogeno verde, todos ellos esenciales. Y si hacemos un zoom, nuestra región de Atacama es rica en la mayoría de estos recursos naturales. Pero ¿tenemos conciencia de esto? ¿estamos trabajando de manera inteligente y coordinada para generar riqueza y desarrollo a partir de estas potencialidades presentes en nuestro territorio?
Preguntas que debemos reflexionar de manera urgente para hacer lo indispensable para que nos permita superar el escenario regional de bajo crecimiento, alto desempleo y pobreza multidimensional que hoy nos aqueja.