El conflicto entre los trabajadores contratistas de Codelco y la estatal comenzó una etapa de agudización.Luego de la aprobación de un acuerdo con una mesa de negociación paralela a la de la Confederación de Trabajadores del Cobre se reinició la toma de carreteras y a eso de las 17 horas, cinco personas se tomaron la catedral de Copiapó para iniciar una huelga de hambre.
"A esa señorita, que se llama Constitución, hay que violarla todas las veces que sea necesario".
Gaspar Rivas
Diputado del PDG y presidente de la Comisión de Educación
¿Cómo? ¿Por qué este juego? Aunque lo parezcan, términos equivalentes no son, en el lenguaje no hay expresiones que puedan ser reemplazadas una por otra, cómodamente, sin afectar una a la otra. Expresiones sinónimas, en el sentido de iguales una a la otra, eso no es posible en una lengua.
Aclarado esto, gente no es igual a pueblo ni estas a ciudadanía.
¿Por qué hay quienes prefieren el uso invariable de una de estas palabras, y no dan espacio alguno a otra? El uso de estas expresiones, cualquiera, se da tanto en el uso oral como escrito, y hay personas que, dada su preparación, su formación o su actividad, usan una de modo preferente en el ámbito discursivo, y en espacios de interacción amistosa.
Gente es una palabra que, en el español general, se utiliza como nombre colectivo no contable y significa 'personas'.
Pueblo es una expresión que tiene acepciones variopintas, entre las que una "Gente común y humilde de una población", y una más que refiere a "País con gobierno independiente".
Y, ciudadanía es una palabra que en uno de sus significados alude al "Conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación".
Ya se puede apreciar que no son lo mismo, que no son equivalentes, que su uso apropiado es en contextos diferentes.
Y es así cómo surgen interrogantes acerca de la preferencia o recurrencia de uso, y de la delimitación textual o contextual de esos usos.
Verdaderamente, ¿en qué piensa un dirigente político cuando emplea la palabra gente? ¿En quién piensa, en quiénes piensa? ¿Es uno particular o, como reza el significado de la palabra, en un conjunto de personas? No pocos dirigentes han cruzado la línea esa, y se han atrevido a dar nombres propios, uno o varios, en ocasiones, se trate de un nombre real o de uno ficticio. ¿El resultado? Inicialmente, tibio, no más, mas transcurrido un tiempo, se diluye el efecto de recurrir a un nombre o al mismo nombre anterior, en lugar de la socorrida mención impersonal "la gente", "el pueblo" o "la ciudadanía".
¿Por qué? Porque, en uno o en otro caso de la estrategia empleada, la mención es más bien relativa, insincera o, definitivamente, es un recurso discursivo ligero.
El término elegido, cualquiera de los tres, es una abstracción, es un constructo teórico, es más bien inasible, no cuantificable. Y de ser expresado, utilizado por alguien, se ha de saber que no tiene un equivalente comparable, es solo imaginado.
Se me ocurrió buscar en el megabuscador las tres palabras en cuestión, sea cual sea la acepción de uso, y cerciorarme cuántas veces ese buscador tiene registradas cada una de ellas, y lo que suponía, la palabra gente gana lejos, pueblo le sigue y ciudadanía está bien a la cola en las menciones. Resultados de la búsqueda, hoy, la palabra gente, 4.250.000.000 resultados, pueblo, 978.000.000 y ciudadanía, 158.000.000. ¡Sorprenden los datos estadísticos puros!
¿Cuál será el dato estadístico del discurso del 1 de junio? Los del año pasado son conocidos, ganó el pueblo, la gente casi no apareció, solo dos veces fue mencionada.
El alto valor de los terrenos, especialmente de aquellos que se ubican enla parte céntrica de Copiapó ha conllevado a que el auge de la construcción y las empresas de este rubro opten por la edificación en altura. Más de 30 proyectos se contemplan, entre estos el Edificio Titanium con 30 pisos, destinado a hoteles, galerías y oficinas entre otros.
El buen momento económico que vive la región, expresado en millonarios proyectos que comienzan a implementarse en Atacama, hacen prever un aumento en la población de Atacama.
Así lo piensa el director regional del INE, Sergio Barraza, quien sabe que las grandes iniciativas de inversión repercuten en el incremento.
Cuando hablamos de relaves, cuesta entender la dinámica de Estado que hay tras su tratamiento. Si lo lleváramos a un asunto doméstico, podríamos decir que sería como el saber que hay una fuga de gas en la casa y no hacer absolutamente nada para controlarla pese a que sea percibido incluso de forma sutil, lo que a la larga -sabemos- traerá consecuencias.
A escala mayor, los relaves son algo parecido. Están ahí en las narices de poblaciones y a la vista de gran parte de Copiapó, pero se mantienen sin que nadie haya podido sacarlos, incluso con un plan estatal como fue el "Adopta un relave", desarrollado en el segundo periodo de Gobierno de Sebastián Piñera que terminó siendo un fracaso.
El brazo del Estado es demasiado débil, pese a la evidencia y cuesta entender que no funcione el diálogo, en primera instancia, y otras medidas -incluso judiciales- en segunda instancia.
Hoy se trastoca un derecho humano establecido por la ONU, como el vivir en un medioambiente seguro, limpio, saludable y sostenible, pese a toda la evidencia científica y sanitaria que hay en torno a estos depósitos. ¿Será necesaria una intervención a nivel de una corte internacional?
Además, un estudio realizado por la Universidad de Chile y la Universidad Católica del Norte mostró que hay una relación entre relaves y pobreza multidimensional. Es decir las comunas mineras productoras del "sueldo de Chile" no solamente deben convivir con la contaminación de estos relaves, sino que ser parte de parámetros sociales malísimos y que, a esta altura, dan la sensación que son parte del conformismo de ser parte de una "zona de sacrificio".