Inmersa en los discursos de la izquierda sobre el rechazo al lucro y las transformaciones del país, la ciudadanía ha entendido -a un alto costo- el significado de la elección del bloque PC, PS y Frente amplio como coalición gobernante.
Según la encuesta nacional Research, el 54% de los chilenos cree que el nivel de corrupción aumentará en el Gobierno, reiterando una tradición: desconfianza en las instituciones políticas y confianza en las fuerzas armadas y las de orden y seguridad. En dicho documento, el 51% de los chilenos no reconoce ningún atributo en el Presidente Boric, y el 77% de la gente en Atacama y Coquimbo lo desaprueban, siendo el rechazo más alto a nivel nacional. Extrañamente no hay protestas masivas, ni destrucción de la propiedad privada ni rayados del espacio público.
Las causas del fracaso de la izquierda son diversas, pero tienen un hilo conductor: la convicción ciudadana de que la izquierda pretende avanzar sin transar en un proyecto político totalitario. Los permanentes cambios de opinión del Presidente Boric minaron el liderazgo de la figura presidencial, y revelaron que todo lo que declaró el comunismo y el Frente Amplio desde octubre de 2019, fue un engaño para quedarse con el poder en forma permanente.
Con todo, nuestro desafío es el futuro y ello implica estar alerta hoy. La izquierda sostiene -cuando no están en el poder- que la legitimidad de una autoridad proviene de la adhesión ciudadana a sus acciones, asignándole valor a las encuestas (el PS Andrade y el RD Jackson fueron insignes). ¿Debe renunciar el Presidente Boric? Razonando como la izquierda, si. Sin embargo, desde nuestra posición, las encuestas no son el fundamento de la legitimidad de su autoridad ni de sus acciones. La legitimidad es otorgada por la ley, que es fruto de una deliberación democrática. Si actúa fuera de ella, la actividad es ilegítima.
¿Debe renunciar a su proyecto de gobierno? Desde cualquier punto de vista porque hay una diferencia estructural. Los proyectos políticos son adaptables a las circunstancias, y la profunda distancia entre su proyecto político y Chile no es el reflejo de una encuesta, sino de dos procesos electorales democráticos (4S y 7M), con voto obligatorio y resultados categóricos, convertidos en hitos de la historia de Chile. En tal escenario, el Presidente debe renunciar a su proyecto político, y reconducirlo hacia las prioridades de los chilenos: la seguridad pública, la salud, la economía, la calidad de la educación, las pensiones y la vivienda. El punto es que mientras Chile se "sorprende" con las Fundaciones sin fines de lucro de la izquierda, el Gobierno y sus parlamentarios continúan impulsando las iniciativas del texto constitucional rechazado. Después de 50 años, la lección que aprendió Chile es que la izquierda no renuncia.