La Región de Atacama, reconocida por la hermosura de su desierto y la abundancia de sus recursos naturales, se enfrenta a una situación que ha generado preocupación y profundas interrogantes. Detrás del resplandor de sus minerales y las promesas de desarrollo económico impulsadas por la industria minera, se encuentra una realidad cruda de degradación medioambiental.
La reciente celebración del Día del Medio Ambiente nos insta a tomar conciencia, educarnos y actuar tanto de forma individual como colectiva para proteger y preservar nuestro entorno. Sin embargo, ¿qué pensarán los habitantes de Chañaral, una bahía contaminada por relaves mineros que se ha convertido en objeto de investigación a nivel mundial, como lo demuestran los más de tres mil artículos científicos publicados al respecto?
La Constitución Política vigente establece el derecho de las personas a vivir en un medio ambiente libre de contaminación. Aunque suena loable, es necesario cuestionarnos qué opinan los habitantes de Paipote y Nantoco, quienes ven como sus hijos sufren crisis respiratorias cada cierto tiempo, por problemas de contaminación del aire.
La propuesta de una Nueva Constitución, que fue rechazada el año pasado, fue considerada una constitución ecológica, al reconocer los derechos de la naturaleza, orientar al Estado para combatir el cambio climático y proteger los diversos ecosistemas del país. ¿Qué opinarán los habitantes de Alto del Carmen de haber perdido la oportunidad de contar con una constitución que priorizara la protección ambiental cuando ven amenazados sus glaciares debido a la explotación minera?
esultó desalentador leer declaraciones amenazantes tras la aprobación del Royalty, de quienes argumentaban que "los inversionistas tendrían la última palabra", abandonando el país debido a este pago y las restricciones ambientales. Estas palabras reflejan una falta total de empatía hacia las comunidades mineras, que enfrentamos diariamente los efectos de la contaminación. Nuestra intención no es poner fin a la industria minera, sino exigir que se cumplan las leyes ambientales, tal como ocurre en países desarrollados. No nos satisface el mero pago de multas, anhelamos una coexistencia armoniosa donde las externalidades negativas de la industria se reduzcan en beneficio de todos, para que Atacama deje de ser "el Chernóbil Chileno".