Los personajes de la facultad
En los campus universitarios hay mil historias: aquí cuatro autores para iniciar el año académico.
El año comienza en otoño, por melancólico que suene, como escribió T.S. Eliot en "La tierra baldía": "Abril es el mes más cruel", pese a que en el hemisferio norte es primavera, pero en el abril del sur del mundo los días se acortan, la luz solar adquiere el dorado de las fotos gastadas o el oro viejo, se pagan los impuestos y se acaba la semana mechona o novata en las universidades, cerrando la época oficial de fiesta para abrir el calendario de certámenes. Estas horas, sin embargo, constituyen el inicio de las novelas de campus, cuyos exóticos personajes son identificables por cualquiera que haya pasado por la educación superior, como en la novela "Stoner", de John Williams, quien abraza la tarea de narrar a un estudiante común, sin mayor épica que seguir la vida.
La historia comienza con "William Stoner entró como estudiante en la Universidad de Misuri en 1910", a la carrera de Agronomía, animado por sus padres campesinos a quienes el Gobierno de Estados Unidos les ofrece una beca para que el joven estudie, aunque antes de ir a clases debe atender vacas para pagar techo y comida. "Ocho años más tarde, en pleno auge de la Primera Guerra Mundial, recibió el título de doctor en Filosofía y aceptó una plaza de profesor en la misma universidad, donde enseñó hasta su muerte en 1956. Nunca ascendió más allá del grado de profesor asistente y unos pocos estudiantes le recordaban vagamente después de haber ido a sus clases": un ser común que representa a todos los trabajadores.
El milagro de la literatura, no obstante, se produce de modo patente cuando en segundo año de Agronomía el estudiante debe tomar un ramo de Literatura Inglesa y leer "Otelo", desde donde el profesor cita "en aquella época del año puedes contemplar en mí, /cuando las hojas amarillas, ninguna ya o algunas, cuelgan /de esas ramas que se agitan frente al frío". Cansado de mentes más científicas, el académico se inclina sobre el protagonista y dice "el señor Shakespeare le habla a través de trescientos años señor Stoner, ¿le escucha?".
La fractura queda expuesta y el estudiante "en la biblioteca de la universidad se demoraba por los pasillos, entre miles de libros, inhalando el olor rancio del cuero, la tela y las páginas secas como si fuese un incienso exótico. (...) No tenía amigos, y por primera vez era consciente de su soledad", donde "si observaba lenta e intensamente la oscuridad se convertía en una luz que adquiría la forma insustancial de lo que estaba leyendo. Y se sentía fuera del tiempo", quizás una de las pocas razones que hacen de la literatura algo útil.
"Stoner" fue publicada en 1965. Ocho años más tarde y menos optimista, ya pasada la revolución de mayo y en los últimos estertores de la Guerra de Vietnam, Tom Wolfe lanzó "El nuevo periodismo", donde en clave no ficción cuestiona: "Al pronunciar la frase -'estudios superiores'- ¿cuál es la imagen que se forma en nuestro cerebro? Ninguna, ni siquiera borrosa. La mitad de los compañeros de estudios superiores que he conocido iban a escribir una novela sobre el tema. Yo mismo tuve tal intención. Nadie ha escrito ese libro, que yo sepa (...) el tema acabó siempre por derrotarles. Desafía la estilización literaria. Una novela semejante sería un estudio de la frustración, pero una clase de frustración tan exquisita, tan inefable, que nadie sería capaz de describirla".
Los profesores
Si los estudiantes quieren contar su historia, los profesores también, por lo que Philip Roth a comienzos de este siglo publicó el novísimo clásico "El animal moribundo", donde el narrador es un académico de literatura que cualquiera podría imaginar gracias al cine, quien dicta el curso de Crítica práctica, donde, confiesa, "atraigo a muchas alumnas por dos razones: porque es una materia con una fascinante combinación de encanto intelectual y encanto periodístico, y porque me han escuchado en la NPR1, donde hago crítica de libros, o me han visto en el Canal 13 hablando de temas culturales".
Una celebridad que da una fiesta en su casa con otros académicos y, por supuesto, estudiantes, ya que "veo la belleza y me ciega para todo lo demás. Asisten a mi primera clase y sé casi de inmediato cuál de ellas es la chica apropiada para mí", pese a la distancia etaria e intelectual, por ende, de poder. Aunque todo soldado es general hasta que se enamora, caída reafirmada por la enfermedad que lleva al profesor a mirarse desnudo frente al espejo.
En la misma línea, aunque con muchísimo más humor y acidez, se inscribe la novela "Sobre la belleza", de Zadie Smith, editada en 2005. Consagrada a la escritura de los márgenes con su obra más famosa "Dientes blancos", la autora británica de origen jamaicano narra la vida de Howard Belsey, un docente de historia del arte en Estados Unidos, cuyo hijo mayor, Jerome, estudia en Reino Unido y se va a vivir a la casa de un colega que escribió un libro superventas sobre la obra de Rembrandt, mientras que él permanece bloqueado en un borrador, manda artículos a revistas académicas y su par lo corrige públicamente.
Jerome, tras semanas de convivencia con su "nueva familia", manda un correo a su padre anunciando que se casará con una hija de su enemigo: suena a Shakespeare, pero Smith arrastra la situación a una comedia de confusiones donde la mamá del estudiante, Kiki, le aconseja que "es un error vincularse al mundo. El mundo no lo agradece. El amor es la más difícil realización". Ella es quien desde su piel de color, aunque lejos del resentimiento, mira la fauna académica y "reafirma su vaga idea de lo que ha de ser el artista: vehemente, atento, dispuesto a derrochar entusiasmo en lo más trivial".
Y van a eventos como una interpretación del "Réquiem", de Mozart, donde Kiki "había seguido cuidadosamente la música con el texto, se perdió. Ya no sabía dónde estaba. ¿En el 'Lacrimosa' o mucho más adelante? ¿Atascada a la mitad o cerca del final? Fue a preguntárselo a Howard, pero él dormía", y su hija Zora escuchaba en paralelo la explicación en su discman, porque "ella se alimentaba de notas al pie. Lo mismo que en París: iba tan absorta en su lectura de la guía del Sacré-Coeur que chocó con un altar y se abrió la frente".
los escritores Tom wolfe, Zadie Smith, philip roth y john williams pusieron el foco en la trama universitaria.
Por Valeria Barahona
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