Los escándalos
currieron con los representantes de los pueblos originarios. Si bien los 17 escaños reservados votaban la mayoría de las normas como un solo bloque y desde el inicio tuvieron el apoyo del PC, estratégicamente algunos se unieron a Pueblo Constituyente y formaron la Coordinadora Plurinacional, mientras el resto se mantuvo fuera de los colectivos pero buscó alianzas con socialistas y frenteamplistas.
La derecha también tuvo su propia división. Los 37 convencionales de Vamos por Chile se redistribuyeron en Un Chile Unido, Chile Libre, Unidos por Chile e Independientes-RN-Evópoli. Estos últimos se subdividieron hacia el final del proceso, pues seis de ellos crearon Somos Región. Durante este tiempo, desde la derecha acusaron que el resto de la Convención no los consideró en la redacción y les rechazaron propuestas solo por venir de ese sector, como la de una defensoría de las víctimas, explicitar el derecho preferente de los padres para educar a sus hijos y el derecho a la fertilización asistida. Incluso gestos como una carta de un sector de la derecha hacia los pueblos originarios fueron mirados con escepticismo por el resto de la Convención.
Medición de fuerzas
A los dos meses de iniciado el proceso se produjo la primera gran disputa política. Chile Digno y en ese entonces Pueblo Constituyente, y algunos escaños reservados, no estaban de acuerdo con respetar el artículo 133 de la actual Constitución que establecía que las normas constitucionales debían ser aprobadas por dos tercios. Sin embargo, la idea del grupo liderado por Marcos Barraza (PC) fracasó ante al Frente Amplio, el Colectivo Socialista, Independientes No Neutrales y el Colectivo del Apruebo.
La segunda ocurrió con la elección de las coordinaciones de las comisiones, proceso en el que el Frente Amplio y el Colectivo Socialista se quedaron con la mayoría de los cargos. Pero el liderazgo del Frente Amplio duraría solo los primeros seis meses.
El 4 de enero, tras una extensa jornada hasta pasado las cuatro de la madrugada y que debió ser retomada al día siguiente, María Elisa Quinteros (Mov. Sociales Constituyentes) y Gaspar Domínguez (INN) fueron electos como presidenta y vicepresidente, respectivamente, relevando el poder de los independientes.
De ahí en adelante, las jornadas de trabajo hasta altas horas de la madrugada serían pan de cada día junto con las disputadas negociaciones. En sistema político, por ejemplo, la idea de plasmar un Congreso unicameral no tenía los dos tercios del pleno y las fuerzas de izquierda tuvieron que llegar a acuerdo en dos ocasiones. La idea del Colectivo Socialista, que buscó más atribuciones a la Cámara de las Regiones, se impuso, aunque este órgano igualmente tiene menos atribuciones que el Senado.
En esa misma comisión, otro de los enfrentamientos se produjo para definir un sistema de partidos. Mientras los independientes buscaban establecer listas como ocurrió en la elección de convencionales, los partidos se negaron e incluso Barraza señaló que no firmaría con un acuerdo el fin de su partido.
Posiblemente los mayores desencuentros ocurrieron en la comisión de Medio ambiente, donde predominaban los independientes ambientalistas quienes no dudaron criticar públicamente a los socialistas por rechazar sus normas en el pleno.
Con el gobierno de Gabriel Boric ya instalado, Frente Amplio, socialistas, Chile Digno y parte de Independientes No Neutrales se aliaron. En ese entonces, a la existencia de los colectivos se sumó una supradivisión: al grupo liderado por el Frente Amplio se les denominó el Bloque Oficialista, y en paralelo, los escaños reservados, Pueblo Constituyente, Mov. Sociales Constituyentes y la Coord. Plurinacional hicieron una alianza -denominada Bloque Popular- para negociar de mejor forma. Fue tal la división, que al final del proceso no hubo foto oficial de la Convención.
La sesión número 100 en el excongreso.
instalación de la Convención y elección de la primera directiva. Por motivos de aforo se realizó al aire libre.
Más de un año ha pasado desde el 4 de julio de 2021, cuando se temió la suspensión de la ceremonia que daría inicio a la Convención Constitucional. Ese día, desde temprano hubo manifestaciones en las cercanías del ex-Congreso, lo que se tradujo en protestas de encapuchados y la intervención de Carabineros. La tensión escaló y los gritos de algunos futuros convencionales se mezclaron con la entonación del himno nacional por parte del cuarteto de cuerdas de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles. Un grupo de personas, como Elsa Labraña, se acercó a paso firme a la secretaria relatora del Tricel, Carmen Gloria Valladares, para que detuviera el acto. Luego de tres horas, el evento se reanudó y se eligió a la presidenta de la Convención (Elisa Loncon) y a su vicepresidente (Jaime Bassa). Pero las conversaciones venían desde antes. El mes anterior, los convencionales indígenas pertenecientes al pueblo mapuche habían alzado a Loncon como su candidata a dirigir el órgano y el Frente Amplio les propuso apoyarla a cambio de que dieran sus votos a Bassa para la vicepresidencia. Desde Chile Digno (PC e independientes) y representantes de otros pueblos originarios buscaron que Isabel Godoy (colla) liderara la Convención. No serían las primeras diferencias entre las izquierdas en el proceso. Ese mismo 4 de julio hubo manifestaciones por los llamados "presos de la revuelta", lo que con el paso de los días se tradujo en que la primera declaración de la Convención, como órgano, fuera sobre el punto. Con 105 votos a favor, el texto incluyó no solo pedir celeridad para el indulto en torno a los detenidos luego del "estallido social", sino también para los "presos políticos mapuches" desde 2001 en adelante y el retiro de las querellas por Ley de Seguridad Interior del Estado. Luego de un complicado comienzo de las sesiones -pues también hubo fallas técnicas, por lo que hubo jornadas en que la Convención debió trasladarse a la Universidad de Chile- se inició el trabajo de las comisiones transitorias que iban a servir de insumo para crear un reglamento para la Convención. Al final, en vez de un solo reglamento, se crearon cuatro (el Reglamento general, de participación popular, de ética, de participación y consulta indígena, además de un documento referido a derechos humanos).
No incidieron en la redacción de las normas, y para muchos fueron hechos aislados, pero durante el proceso hubo acciones que terminaron por impactar la opinión pública sobre la Convención Constitucional. Quizás el más relevante fue el del exconvencional Rodrigo Rojas Vade (La Lista del Pueblo), quien reconoció a La Tercera haber inventado que tenía cáncer. Pero no fue la única polémica. Antes de eso, Cristóbal Andrade y Giovanna Grandón ingresaron al hemiciclo, en horario de colación, con sus corpóreos de Dino azulado y Tía Pikachu. En los discursos de apertura, Nicolás Núñez (Chile Digno) se subió al estrado y realizó algo similar a una rutina de stand up: "Yo soy un constituyente, Jaime Bassa está rico, está crujiente", fue parte de lo que cantó con guitarra en mano. El mismo Núñez, siete meses más tarde, en medio de una votación de la comisión de Medio ambiente, abrió el micrófono y pidió al secretario poder "emitir mi voto a viva voz, es que me estoy duchando". En abril, Elsa Labraña (Coord. Plurinacional) reconoció a "El Mercurio" que junto con otras mujeres hacían sahumerios y que tenía "amuletos esparcidos por toda la Convención". En la vereda del frente, Teresa Marinovic (Chile Libre), en una prueba de sonido de un punto de prensa, dijo "Convención cu..., convencionales cu...". En otras ocasiones, asistió a las sesiones plenarias con carteles de "vistipuntos" que levantaba cada vez que un convencional de pueblo originario denunciaba malos tratos. Menos claro es lo ocurrido en la salida de la Convención a la Región del Biobío en noviembre. Hay quienes aseguran que son ciertos los rumores de que en el hotel Pettra, convencionales habrían ingresado a la zona de la piscina bebiendo alcohol. Otros, incluida la administración del recinto, lo niegan.
37 convencionales de Vamos por Chile se redistribuyeron en otras cuatro alianzas.