Todos los veranos Caldera se vuelve la capital regional de Atacama, la belleza de sus playas atrae turistas que llegan de todas partes a desconectarse del trabajo, pero también de sus hábitos de aseo y buenos modales.
Es entendible e innegable que el aumento de la población flotante conlleva más generación de residuos, pero no es excusa para normalizar que en la comuna puerto la basura aumente un 300% durante la temporada estival, ni mucho menos que los desechos estén desparramados por toda la playa como si se fuera un vertedero.
Esa falta de conciencia y respeto por el medioambiente que nosotros mismos habitamos ya es parte de nuestra cultura, la cultura de la basura.
Cuando decimos "cultura de la basura" no nos refierimos al disco de Los Prisioneros ni a la canción con el mismo nombre que dicho sea de paso, es una burla a la cultura de las masas. Hablamos de la aceptación de deteriorar los espacios públicos dejando materiales como el plástico presente en las botellas, envoltorios y cubiertos desechables entre otros productos que aunque nos han dicho hasta el cansancio que tardan siglos en descomponerse, preferimos taparlos con un poco de arena o botarlos por ahí donde no los veamos y otros hagan la vista gorda.
Es vergonzosa esa doble moral con que enfatizamos en que la nueva Constitución resguarde el derecho a vivir en un medioambiente libre de contaminación, apuntando a más fiscalización y exigencias a la minería, mientras normalizamos la generación de basura en el borde costero, el valle y cualquiera otro atractivo turístico así como en la ciudad misma.
Lo peor es que no se trata solo de que la gente ensucie, sino que las autoridades tampoco hacen mucho para ayudar, los basureros en espacios públicos son escasos y ni siquiera hay puntos donde la gente pueda dejar el vidrio, que puede reciclarse prácticamente hasta el infinito pero de nada vale porque no hay esfuerzos del Gobierno por construir plantas de reciclaje.
Otro ejemplo es el de la escombrera de Copiapó, que pese a que Bienes Nacionales entregó al municipio una concesión de terrenos en 2018 para ese fin e instalar un nuevo corral municipal, a la fecha ambos proyectos no han comenzado su ejecución.
Para colmo, el Monumento por la Paz (también llamado Estatua por la Paz), obra donada por el artista chino Yao Yuan, solo se ha limpiado dos veces. Y no vayan a pensar que esto lo hicieron nuestras autoridades o algún atacameño de buen corazón, se lo debemos al piloto dakar de Polonia, Rafal Sonik, y su equipo, quienes si le han dado el respeto que merece semejante obra de arte. Si no nos incomoda que vengan extranjeros a limpiar nuestra capital regional ¿cuándo detendremos la cultura de la basura?