Agencias/Redacción
El primer análisis científico de las imágenes registradas por el rover de la Nasa Perseverance confirmó que el cráter Jezero de Marte fue una vez un calmado lago.
Lo que hoy es una depresión seca y erosionada por el viento en el planeta rojo, hace unos 3.700 millones de años era una cuenca lacustre alimentada por un pequeño río que, tras un repentino cambio del clima, empezó a sufrir súbitas inundaciones que por su poderoso arrastre lograron trasladar rocas gigantes por decenas de kilómetros río arriba, hasta el lecho del lago.
El cráter, que fue escogido como lugar de aterrizaje del robot después de que las imágenes de satélite mostraron que este lugar era semejante a los deltas de los ríos en la Tierra, fue analizado por los expertos en profundidad.
Asimismo, las conclusiones del estudio liderado por científicos de la Nasa y del CNRS francés, incluyendo la participación del investigador del Instituto de Geociencias (IGEO), Jesús Martínez-Frías, fueron publicadas por la misión en la revista Science.
"Estos estudios geológicos de las rocas realizados por Perseverance confirman su importancia para determinar los ambientes marcianos antiguos (paleoambientes) y establecer sus relaciones con el agua y condiciones de habitabilidad", dijo Martínez-Frías.
Por su parte, el investigador del MIT y coautor del estudio, Benjamin Weiss, dijo que si se observan las imágenes, "se está viendo este épico paisaje desértico. El lugar más desolado que se pueda visitar. No hay ni una gota de agua en ninguna parte y, sin embargo, están las pruebas de un pasado muy diferente. Algo muy profundo ocurrió en la historia del planeta".
Aterrizaje
El 18 de febrero el rover Perseverance aterrizó en el suelo del cráter Jezero a poco más de un kilómetro y medio de su afloramiento occidental, pero mientras los ingenieros de la Nasa comprobaban vía remota el funcionamiento de los instrumentos del vehículo, sus cámaras Mastcam-Z y la SuperCam Remote Micro-Imager (RMI) capturaban imágenes de gran resolución del cráter y también de un pequeño montículo conocido como Kodiak butte.
Cuando el rover las envió a la Tierra, el equipo científico del Perseverance de la Nasa las procesó y combinó, y pudo observar distintos lechos de sedimentos a lo largo del Kodiak.
Los investigadores midieron el grosor, la pendiente y la extensión lateral de cada capa, y descubrieron que los sedimentos no habían sido depositados por el viento, sino por el flujo de agua en un lago, por inundaciones u otros procesos geológicos.
De esta manera, Benjamin Weiss reconoció que "sin llegar a ningún sitio, el rover pudo resolver una de las grandes incógnitas: que este cráter fue una vez un lago. Hasta que realmente aterrizamos allí y confirmamos que era un lago, siempre fue una incógnita".
Cuando los investigadores observaron las imágenes del afloramiento principal, vieron grandes rocas y cantos rodados incrustados en las capas más jóvenes y superiores del delta; algunas medían hasta un metro de ancho y pesaban varias toneladas.
Es así que el equipo llegó a la conclusión de que estas enormes rocas procedían del exterior del cráter o de varios kilómetros río arriba y que fueron arrastradas hasta el lecho del lago por una inundación repentina que fluyó hasta nueve metros por segundo y movió hasta 3.000 metros cúbicos de agua por segundo.
Sin embargo, hay indicadores de que durante gran parte de su existencia, el antiguo lago fue alimentado por un río que fluía suavemente.
Con el tiempo el cráter sufrió repentinas inundaciones que depositaron grandes rocas en el delta y, luego, un cambio climático, con origen no determinado, que hizo que el lago se secara. Finalmente, durante los miles de millones de años siguientes, el viento erosionó el paisaje y creó el cráter que vemos hoy.
3.700 millones de años
3.000 atrás, lo que hoy es una depresión seca y erosionada, era un tranquilo lago alimentado por un río.