Esta, sin duda, es una ciudad distinta. Se emplazó en espacios simbólicos de los pueblos originarios y se continuó en el centro del valle para estar cerca de verduras, frutos, animales, hielos cordilleranos y frutos del mar, casi a la misma distancia del inicio y final del valle.
Algunas veces me pregunto ¿cuántas dimensiones de Copiapó hay dentro de Copiapó? Me atrevo a identificar cuatro.
Uno, el periférico: carente y silencioso, que se estira polvoriento y gris a lo largo de cordones transversales; tomas de terreno en los cerros, entre casas refaccionadas con barro y cemento por las familias fundadoras del sector, donde no siempre llega la presión del agua potable.
Dos, el dormitorio y económico: lugar de descanso o "estación" para empresarios y/o trabajadores mineros que emprenden rumbo generalmente a La Serena, Santiago y Rancagua; lugar donde descansar y estirar las piernas. Es el Copiapó que luce grandes camionetas y opulencia frente a la desigualdad del periférico. Una residencia de turnos mineros 7×7.
Tres, el chovinista y conformista: Aquel que celebra a rabiar y defiende todo lo que aparezca como producto local. El que celebra la Revolución Constituyente de 1859 pero no se cuestiona ningún proceso histórico, que vive de hitos y leyendas del siglo XIX, la edad de oro de esta tierra, para algunos.
Cuatro, el Copiapó geohistórico: se destaca por ser una "simple cinta verde en medio de un mar roqueño"; valle rodeado por rocas y arena. De casas viejas reemplazadas por edificios costosos y de mediana altura en reducidos espacios céntricos; el que tiene sol de 30° al medio día y por la noche se muere de frío. Un Copiapó árido, sin agua potable digna de ser bebida por su gente y con un río casi seco, situación que dio paso al lucro local de este elemento: El agua purificada en bidones de 20 litros. Cada día se venden por miles.
La ciudad se ha ido pensando desde sus cursos de agua y la morfología telúrica de su entorno. De allí provienen sus mitos. En el siglo XX, por ejemplo, un padre afrocolombiano llamado Crisógono Sierra y Velásquez, más conocido como "El Padre Negro", dejó testimonios de su paso por esta tierra. Instalaba cruces en los cerros sagrados de los pueblos originarios de la zona. Se le "atribuye" anticipar el terremoto de 1922 y haber profetizado, tal vez, que: "Copiapó se inundará, previamente se hundirá a causa de sismos y a las aguas subterráneas que en el Valle de Copiapó existen" ¿Una especie de Atlántida minera? Interesante, cuando hoy que ya ni queda agua.
Víctor Munita
Escritor