Paula Bonet destapa la memoria del cuerpo
La autora española no sólo escribe historias, sino que las complementa con exposiciones de arte en todo el mundo. Ahora, vuelve con "La Anguila", una suerte de conjuro sobre el pasado.
De su más reciente novela, "La anguila" (Anagrama), la artista visual y escritora española Paula Bonet afirma que se trata de "una reflexión sobre nuestros cuerpos como campo de batalla".
"Un cuerpo que ama y es amado. Un cuerpo que también es abusado y violentado". Estos materiales no artísticos están en manos de una pintora que escribe, de una escritora que mira.
La autora anteriormente escribió "Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End", "Cuerpo de embarazada sin embrión" y "La sed". Además suya es una larga lista de exposiciones de arte en todo el mundo, muchas de ellas complemento de sus escritos.
"Este libro partió cuando murió mi abuelo paterno, una muerte a la que siguieron dos embarazos truncados. Al ordenar mis recuerdos entendí que la pintura, tanto la materia como un gran número de obras de la historia del arte, está ya en esos orígenes siendo refugio y también agresión. Escribí como una revisión de la herencia, una carta de amor a un hombre que acabó transformada en una carta de amor a muchas mujeres", resume Bonet.
Para la autora, las voces femeninas aquí forman un coro de tristezas. Es un texto de ficción en el que la autobiografía es base y también anécdota.
-¿Cómo forjaste la voz que narra tu historia?
-Trabajé una voz serena porque he entendido que el problema que afecta a hombres y mujeres es un problema que responde a una serie de estímulos de manera mecánica. La búsqueda de la igualdad se basa en afinar la mirada, ser autocrítica, denunciar situaciones de desigualdad. La historia única sostiene el dominio masculino mediante la importancia que otorga a la diferencia sexual.
-¿Cómo se acoplaron al relato central las voces de tus abuelos y sus cartas?
-Contraponer la historia de amor de una pareja que se conoció a fines de los años cuarenta, a la historia de los afectos de la protagonista es una trampa. Es una historia bella frente a otra llena de violencias evidentes pero ambas están llenas de violencia. Ambas son mujeres que están a merced de esa historia única que se nos ha vendido como objetiva, cuando lo único cierto es que se está parcialmente ciega. Siempre se coloca a la mujer en un lugar sumiso: "No es torpeza, es mala fe", nos dice Johanna Russ.
-¿Cómo es eso?
-Tomemos a las mujeres que se han dedicado a la literatura. Siempre sucede lo mismo: aunque presenten al mundo una obra interesante, profunda, reveladora, es el propio contexto el que se encarga de desprestigiarla y colocarla en un lugar sospechoso. Premiadas y valoradas por sus contemporáneos, no suelen trascender. En "Cómo acabar con la escritura de las mujeres" Johanna Russ lo explica muy bien con las descalificaciones del tipo: "No lo escribió ella", "seguro que la ayudaron", "es bueno pero debe haberlo escrito su lado masculino". Y cuando nada de esto se sostiene, se pasa a atacar lo obvio: su físico, porque básicamente somos un cuerpo: joven, viejo, gordo, flaco, pero un cuerpo al fin y al cabo.
Roser bru y bonet
A los veintiún años la escritora y también artista visual Paula Bonet pidió una beca "al lugar más lejano con el que mi universidad tuviera un convenio". Ese lugar lejano, flanqueado por una cordillera "blanca, dura y hermosa", resultó ser Santiago de Chile. Allí llegó al Taller 99, liderado por la recientemente fallecida artista Roser Bru.
"Tuve la suerte de encontrar una familia en el Taller 99. Desde ese invierno el vínculo con el taller no se ha roto y Roser es -porque todavía me cuesta hablar de ella en pasado- una de las figuras más importantes y a las que mas cariño tengo. Era la mujer sabia que abría la boca y soltaba una sentencia memorable: 'Emprender el combate como si el combate sirviera', 'la mujer aguanta al hombre pero también aguanta a la mujer', 'hay que estar atenta a las cosas, de todo se puede aprender' y un largo etcétera", enumera Bonet.
Roser Bru fue convirtiéndose en un referente sólido y amoroso para la artista. Fue una mujer "en la que arte y vida se desdibujan y te sostiene la mano en la falda y la acaricia, mientras desempolva su idioma catalán republicano, guardado tantos años con tanto cariño, para hablarte de una aguatinta o de un gofrado", recuerda Paula.
-¿Está presente ella en tu taller?
-Como dicen mis alumnas, Roser es el referente. A ella le dedicamos, cuando llegamos al taller que fundé en Barcelona, la sala de las prensas. Es la mujer incansable, la pintora que pulverizó a la mujer que todo lo aguanta. Siento una gran pena por no haber podido estar físicamente lo cerca que me habría gustado estos últimos meses pandémicos, pero tengo el alivio de haberla sentido muy cerquita a pesar del océano que nos separa. Ojalá pueda regresar pronto a Santiago, es algo que necesito hacer para no perder el equilibrio, una parte importante de mí se quedó, desde mis veintiún años, en esa tierra que tanto amor y conocimiento me ha dado.
-¿Cómo va tu vida con este encierro?
-Este encierro me ha colocado en un lugar de templanza. Me permite leer más, escribir más y pintar más. También me permite estar más tiempo con las personas que quiero, disfrutar de un tiempo de calidad que la inmediatez en la que vivía hace apenas dos años no me permitía tener. Estoy trabajando en un nuevo libro y pintando una nueva muestra. También preparo con mi editorial la edición y publicación de los cuadernos de viaje que hice entre 2018 y 2020.
La artista visual y escritora española Paula Bonet estudió con Roser Bru en Chile.
"La anguila"
"La anguila"
Paula Bonet
Editorial Anagrama
200 páginas
$17 mil
Por Amelia Carvallo
"Este encierro me ha colocado en un lugar de templanza. Me permite leer más, escribir más, pintar más y estar más tiempo con
las personas
que quiero
Noemí Elías