Una señal equivocada: Riesgos de un "Carnet verde"
Respecto del anuncio de la posible implementación de un "carnet verde", cuyo objeto seria favorecer la contención, el control de la pandemia y los contagios, al estimular la vacunación, existen algunos aspectos necesarios de considerar. Las vacunas, especialmente la SINOVAC, con la cual nos hemos vacunado la mayoría, no tiene un 100% de efectividad en evitar los contagios (sólo un 67%). Respecto de la inmunidad, esta aún se encuentra discusión (¿seis meses?) y quienes tienen las dos dosis solo 15 días después, están protegidos de la enfermedad, pero no de contagiar o contagiarse. Desde este punto de vista, el "carnet verde" no lleva a la supresión de las medidas de control y precaución de los contagios, pues se debe seguir usando las mascarillas, realizando el testeo, evaluando la trazabilidad, evitando aglomeraciones, la movilidad, realizar identificación de los contactos estrechos, etc. Al contrario, este generaría una falsa sensación de seguridad y sanidad, que incrementa los riesgos de infectarse y convertirse en agentes de difusión de la enfermedad. Es decir, un carnet o certificado como el que se propone no garantiza que el portador no está infectado y que no llegará a ser una fuente de infección para otras personas. Por otra parte, y en términos sanitarios, quienes se han vacunado, no tienen la misma calidad sanitaria de quienes no lo han hecho. Desde este punto de vista, el "carnet verde" no es un acto arbitrario o carente de lógica, no obstante, está orientado solo por razones económicas, aunque es cierto tiene como fundamento la protección de la salud pública, pero es inevitable sentir que es un acto de discriminación, porque habrá personas que no se podrán vacunar o no quieran hacerlo simplemente.
Y, por último, este no tiene una eficacia evidente por sí mismo, ya que se deben seguir tomando las mismas precauciones que se han tomado hasta ahora. En consecuencia, más que un carné verde, se debe aprovechar de estimular a los grupos refractarios o negligentes con la vacunación, enfocándose en trabajar con estímulos positivos.
Dra. Claudia Saavedra, Vocera SOMICH
Nos seguimos equivocando
El fin de semana elecciones no fue uno normal. Por primera vez los chilenos votamos en dos días, escogimos a los gobernadores regionales, votamos por nuevos alcaldes y concejales, y de manera inédita, escogimos a los 155 constituyentes que tendrán la labor de representar a los chilenos en lo que será la nueva carta magna nacional. Sin duda, una labor de enormes proporciones.
Luego de haber visto y analizado los resultados y el futuro que a partir de ellos se presenta para Chile, es posible hablar por muchos al decir que una vez más se demostró lo impredecible que este puede llegar a ser. Sin importar los estudios o preparación de cada persona, nadie puede predecir el futuro. Fiel reflejo es la demostración de que ninguna encuesta fue capaz de presagiar de manera correcta quienes tenían la verdadera ventaja en las diversas competiciones presenciadas. Un síntoma ciertamente global, considerando que Chile no es el único país donde las encuestas se encuentran en desdicho.
La realidad nos demuestra que nos equivocamos cada vez más. Y mucho. ¿Cómo tomamos decisiones en base a esta realidad, en un entorno altamente volátil, incierto, complejo y ambiguo? De alguna manera tenemos que comenzar a hacernos cargo y asumir que no existe una linealidad, y dado esto, no hay eventos de facto que sepamos que sucederán. Lo único que nos resta es anticipar los escenarios y prepararnos en diversas formas para los contextos futuros de crisis. Debemos hacernos cargo de nosotros, y del resto también.
Alejandro Inzunza, socio de Symnetics Chile
Refundacionalismo
Con los resultados de la megaelección pasada se ha abierto el debate sobre la urgencia de modificar nuestro régimen electoral. Frente a las ideas transversales de volver al voto obligatorio, otra arista ha sido el exceso de artificios que modifican y sustituyen, en la práctica, la voluntad mayoritaria depositada en el voto. Ello requiere volver a un punto de equilibrio.
Con todo, se echa de menos una reflexión más moderada, que no caiga en un excesivo optimismo refundacional, ni en un pesimismo inmovilista. Las clases medias chilenas -columna vertebral del tejido social chileno-, en su legítima búsqueda de movilidad social, requieren de condiciones que permitan y habiliten a las familias a conseguir ese fin. Para ellas, la argentinización de Chile, no es una alternativa: la movilidad, en general, quedaría atascada, o peor, retrocedería.
En esta coyuntura es necesario pensar e imaginar Chile desde la responsabilidad en sentido amplio. Ello, insoslayablemente, requiere complementar nuestra trayectoria de desarrollo con modificaciones urgentes y bien diseñadas, que al mismo tiempo apunten a sostener una institucionalidad sólida. Lo anterior, inevitablemente debiese rechazar el populismo cortoplacista y enfocarse, entonces, en una perspectiva desarrollista de mediano y largo plazo. Esa brújula nos permitiría sortear el refundacionalismo rampante de una minoría aún embriagada por la victoria marginal.
Camilo Barría-Rodríguez