"Hemos demonizado en exceso a los adolescentes en la pandemia"
Javiera Navarro, sicóloga infanto-juvenil y académica, explica que el nuevo grupo más afectado es el de estos jóvenes, detalla lo que está ocurriendo con los niños tras un año y medio de covid-19 y cuenta qué pueden hacer los padres.
La salud mental después del covid-19 ya ha sido anticipada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la nueva pandemia que azotará a la humanidad. Con el virus campeando fuerte en Chile, todavía ese escenario futuro se mira de reojo, a pesar de los índices de angustia, depresión y neurosis en la población.
Antes de la epidemia que puso a Chile en el segundo lugar mundial con más deterioro en la salud mental, Chile ya venía con preocupantes cifras. Los estudios indican que este período profundizará estos problemas, especialmente en los menores de edad. La sicóloga clínica infanto-juvenil Javiera Navarro, académica de la Universidad Alberto Hurtado, está pendiente de cómo el encierro y este eterno "día de la marmota" afecta a niños y adolescentes.
-Se dice que los niños tienen gran capacidad de adaptación, que les cuesta menos asimilar situaciones como la actual. ¿Es así?
-Yo creo que no, y basada en las investigaciones que son muy pocas y recientes, cada vez hay más evidencia de que los grandes afectados de la pandemia parecieran ser efectivamente los niños, sobre todo los grupos superiores. Los adolescentes son los que están mostrando más sintomatología. La evidencia no está mostrando que los niños sean los que se adaptan con más facilidad y que sean más resilientes. Al principio de la pandemia la sintomatología fue más benevolente con ellos, pero se ha visto ahora que han sido altamente impactados por todo lo que han sido los reactivos a la pandemia.
-Cuando se refiere a sintomatología, ¿de qué habla exactamente?
-Cuadros ansiosos y depresivos. Lo que vimos durante el año pasado fue predominantemente cuadros más bien ansiosos y lo que estamos viendo este año es más sintomatología depresiva.
-¿A qué se debería esto?
-La ansiedad es cuando uno se enfrenta a una situación nueva, desconocida. En escenarios así, uno lo primero que echa a andar son los recursos de enfrentamiento frente al peligro. Te pones como en son de guerra y sube la adrenalina, te pones híper alerta y eso está muy asociado a la ansiedad. El cuerpo se llena como de energía para combatir lo que sea que tengo que combatir, porque mi cuerpo dice que hay que mantenerse vivo. En este caso el peligro no pasaba y las personas tenían que seguir en este estado como de lucha. Eso empieza a desgastar mucho. Estar en este estado de alarma permanente se transforma en estos cuadros ansiosos y la gente duerme mal, anda sobresaltada. En algún minuto el cuerpo no es capaz de sostener esto y colapsa y puede llevar a que entre en un estado más bien depresivo. Y ocurre que me contacto mucho más con las cosas que estoy perdiendo, porque no puedo salir, no puedo ver a mis amigos, no puedo ir al colegio, no puedo hacer mi vida común y corriente y más bien me sobreviene un estado de desesperanza. Por eso uno ve ahora a los niños más aislados, que no quieren salir, que se han ido más para adentro. Lo que está mostrando la clínica y los estudios es que el grupo que se está viendo más afectado es el de los adolescentes.
-Pero también golpea a los más pequeños, ¿no?
-Sí, a los más pequeños hay que leerlos desde un doble lugar. Ellos tienen muy poquitos recursos para enfrentarse a situaciones difíciles, porque entienden menos lo que está pasando, porque requieren mucho de sus figuras de cuidado para contenerlos y sus figuras de cuidado están muy sobrepasadas. Entonces, se ven muy impactados en ese sentido, pero a su vez tienen el factor protector, para ellos ha sido rico estar en la casa junto a sus padres. Con los niños que empiezan a explorar el mundo y que llevan aislados tanto empieza a ser más difícil, los que llevan mucho tiempo sin ir al colegio. Una guagüita de seis meses que pasa un año y medio encerrada en casa con sus padres no va a ser impactada tan fuerte. Pero los de cuatro o cinco años se están perdiendo toda la salida al mundo. Para ellos sí está siendo muy complicado.
-Los más pequeños han perdido la interacción social. Algunos llevan un tercio o la mitad de su vida encerrados. ¿Podrán compensar la pérdida de interacción social?
-Son preguntas gigantes, porque no nos había pasado nunca antes. No sabemos. Suponiendo que en un tiempo más puedan empezar a salir al mundo, será especial por todos los cuidados. Van a salir a un mundo lleno de peligros, no van a salir a uno donde puedan conocer con libertad. Van a salir a uno en que se les va a decir: no toques, no te acerques, ponte la mascarilla. Son experiencias muy distintas a las que tenían los niños que nacieron hace 10 años. Vamos a tener que hacerles seguimiento y ver el impacto en su desarrollo socioemocional.
-¿Qué pueden hacer los tutores o padres con los más chicos?
-Es muy importante tener ciertas distinciones. Cuando decimos que tenemos que mantener ciertas distancias físicas es muy distinto a decir que tenemos que mantener ciertas distancias sociales. La conexión social es central en el desarrollo del ser humano y los padres tienen que tener eso súper claro. No tenemos que enseñarles a nuestros niños a tener distancia social, tenemos que enseñarles que la conexión con otros es lo más importante. Yo he escuchado muchos colegios que dicen que la idea es educar a que los niños no se acerquen y eso es terrible. No podemos deseducar algo que la naturaleza nos da. Somos seres que necesitamos fundamentalmente la conexión social. Tal vez tenemos que aprender a lavarnos bien las manos, a ponernos bien las mascarillas, pero no a dejar de tocarnos. Los papás y profesores no podemos tener la idea de que hay que educar a nuestros niños para mantenerse alejados, y menos alejados emocionalmente de los otros. Tendremos que hacer el duelo de que mi hijo no se puede juntar con 10, pero se podrá juntar con otros dos que han tenido resguardos y están protegidos o que son parte de las mismas burbujas: hay que dejar que con ellos se abracen y jueguen todo lo que quieran.
-Entonces, las clases presenciales, ¿son necesarias?
-Claro, eso alivia a algunos, aunque entran muertos de susto. Todo el rato estamos en este tenso equilibrio, pero desde la perspectiva de ellos tienen que tener unos espacios más para poder moverse en espacios de seguridad. El colegio de todas maneras mejora la vida de los niños.
-¿Qué hacemos con los adolescentes?
-Hemos demonizado en exceso a los adolescentes durante la pandemia. Que son como los culpables, los que andan esparciendo el germen por ahí, que son irresponsables, que les da lo mismo y la verdad es que cuando vemos los estudios, son lo que lo están pasando peor. Los adolescentes son los que más han perdido con la pandemia. Han perdido cuestiones muy importantes para ellos. No sólo los padres, sino que todos tenemos que parar como sociedad de ponerlos en este lugar de que son los malos, los que siguen haciendo fiestas clandestinas. Tenemos que empatizar con todas las cosas que han perdido y desde ahí empezar a ver que hay una generación de cabros que tenían que estar haciendo cuestiones radicalmente opuestas a la tarea que les tocó. Les tocó encerrarse con sus padres cuando justamente su tarea era alejarse de ellos. Les tocó un infierno, lo peor que les podía pasar. Ahí hay una tarea más social de empezar a empatizar. Nadie ha dicho "pucha qué duro", sino que, todo lo contrario, se les ha tratado como los insensibles número uno. Parece frívolo, pero qué difícil es pensar que esperaste toda tu vida para tu fiesta de graduación y no la tuviste; o que soñaste con un viaje de estudios que no se hizo o para entrar a la universidad y no pudiste ir un solo día. Las cifras de sintomatología están terribles y vamos a tener a adolescentes muy enfermos. Hay una presión social tremenda hacia ese grupo etario. Hay que cambiar de actitud, abrir los ojos y ayudar a devolverles este tiempo que se les ha quitado.
-¿Cómo conciliar lo sanitarios con esta necesidad de más espacios?
-Es difícil, son puras decisiones morales, como de vida. Si uno decide por acá, es la vida de uno; si decide por este otro lado, es la vida de otro. La cuarentena es terrible, porque mata la salud mental de no sé cuántos, pero por otro lado la no cuarentena mata de verdad a otros. Si nos quedamos encuarentenados tenemos a 100 personas cuya salud mental se va a pique, pero si no la hacemos, tenemos a cinco que se van a morir. ¿Qué hacemos como sociedad?, ¿qué elección es menos mala?, cuando sabes que las dos en términos éticos son horribles. Probablemente, como sicóloga, estoy sensibilizada con la voz de los adolescentes porque es lo que escucho y veo todos los días, pero el urgenciólogo que está viendo morirse a gente no puede creer que haya un adolescente que sale a carretear, generando la muerte. Tenemos que sostener todas estas visiones y tratar de poder seguir pensado. Es lo único que nos queda, en vez de volvernos personas muy trogloditas que se dedican demonizar al otro.
javiera navarro es académica de la universidad alberto hurtado.
"Una guagüita de seis meses que pasa un año y medio encerrada en su casa con sus padres no va a ser impactada tan fuerte. Pero los de cuatro o cinco años se están perdiendo toda la salida al mundo. Para ellos sí está siendo muy complicado".