Una "bella durmiente" que quiere despertar
Un mujer encerrada, drogada y abusada está en el centro de la trama de "Le viste la cara a Dios" (Libros de la Mujer Rota), obra de la escritora argentina Gabriela Cabezón Cámara.
Gabriela Cabezón fue editora del diario Clarín en Argentina.
Pocas páginas tiene "Le viste la cara a Dios", pero suficientes para mostrar en Chile la escritura original de Gabriela Cabezón Cámara, una de las más celebradas escritoras argentinas del último tiempo. El 2017 publicó "Las aventuras de la China Iron" (Literatura Random House) libro que estuvo en la lista corta del prestigioso premio Booker Prize Internacional, galardón para autores traducidos a lengua inglesa. Algo de su escritura se había conocido en Chile antes, con "Romance de la Negra Rubia" (Alquimia, 2014).
"Le viste la cara a Dios", originalmente fue publicado el 2011 y ahora es rescatado por los Libros de la Mujer Rota. La trama es protagonizada por Beya, la transfiguración argentina de "La bella durmiente". Llamarla Beya corresponde al uso oral trasandino. Gabriela Cabezón argentiniza las palabras y transforma los escenarios y la historia misma con su pluma salvaje y precisa.
Beya está encerrada en un prostíbulo en el extrarradio de la ciudad de Buenos Aires, en un lugar que aparece en la ficción sin dios ni ley, donde se vive descaradamente la corrupción. Al lupanar asisten policías y políticos, que ni pagan, y es controlado por una mafia cruel que tiene a varias mujeres secuestradas. El equivalente a la bruja es una mujer que trabaja para la mafia, que le inyecta droga para que siga despierta y útil. En "Le viste la cara a Dios" la princesa de este cuento podría ser despertada por un príncipe o una banda de rufianes dispuestos a hacer dinero con ella.
Desde su aparición, el libro conectó con mucha gente y se trasformó en bandera contra la explotación sexual. Primero fue un e-book, luego impreso y después, novela gráfica e incluso mural. El suplemento cultural Ñ lo escogió rápidamente como "El libro del año".
A todos esos lectores se sumaron sesudos análisis literarios de la crítica, que la inscribió en la tradición de novelas cortas argentinas. Libros breves, delirantes, ambientados en inubicables descampados. También se la puede leer como una historia de terror y resistencia adaptada a lo contemporáneo, como escribe Paul B. Preciado, reconocido intelectual transgénero clave del pensamiento Queer, en la contratapa:
"Gabi Cabezón disloca la lengua para decir lo indecible. La tortura encuentra aquí diccionario propio. Sólo Castellanos Moya y Gabi Cabezón han sabido escribir con tanta precisión la violencia de la necropolítica, pero también la potencia spinoziana del cuerpo para resistir y afirmar la voluntad de vivir. Este libro se puede leer como un manifiesto político, pero también como un largo poema que acompaña a los supervivientes".
La autora ha hecho noticias en estos tiempos pandémicos. En el comienzo del encierro se creó una página de Facebook donde se subían libros en PDF, que hoy tiene más de 20 mil participantes. Y, a comienzos de mayo la escritora fue parte de un libro digital gratuito, "El futuro después del Covid-19", junto a otros 27 intelectuales argentinos destacados.
-¿Cómo has vivido la pandemia?
-La estoy viviendo todavía, acá estamos en aislamiento aún. No sé qué decirte: como todo el mundo, supongo. Por momentos con angustia, con ansiedad. En otros momentos más tranquila. Preocupada por todo lo demás, lo que la pandemia puso en evidencia: la desigualdad más feroz, la precariedad de las vidas de millones. Ya lo sabía, por supuesto, pero esto muestra sus facetas más perversas. Tenemos que luchar contra eso. Ya lo sabíamos y lo veníamos haciendo, pero falta tanto.
-¿Por qué elegiste la historia de La bella durmiente?
-No la elegí: me la adjudicaron. En 2010, la periodista y escritora española Cristina Fallarás tuvo la idea de crear una editorial digital. Entonces era una idea novedosa. Se le ocurrió lanzarla con una colección de cincuenta relatos de los que se suele contar a los niños hace generaciones. A cada uno de los autores invitados le sugirió un cuento. A mí me tocó "La bella durmiente", lo que me sumió en la perplejidad: ¿Qué contar de una mujer que se pasa cien años presa de una cama, suspendida en una maldición? Me repetí la pregunta varias veces. Hasta que cien años presa en una cama me hizo pensar en una mujer secuestrada y esclavizada por una banda de tratantes. Así arrancó "Le viste la cara a Dios".
-Considerando la violencia del relato, ¿qué te pasaba a ti mientras lo escribías?
-Fue angustiante. De hecho, sólo pude hacerlo una vez que decidí darle una base octosilábica, subirme a ese ritmo. Sin esa música, no hubiera podido hacerlo. Fue posible escribirlo para mí justamente por la musicalidad. La musicalidad sostuvo todo lo demás, no al revés.
-El escenario del prostíbulo ha sido muy tratado en la literatura por hombres. ¿Por qué decidiste apropiártelo?
-Porque se me impuso como tema una vez que asocié el cuento tradicional a esta historia. Cuando pasó eso, ya estaba adentro. Lo que se me complicó fue la persona del narrador: ¿Quién hablaría? ¿Desde dónde? Una tercera persona me daba asco en esta situación. Una primera me parecía imposible: yo no soy capaz de escribir el discurso en primera de una persona que está siendo torturada. Cuando encontré la segunda y la música, ahí pude hacerlo.
-El libro denuncia la explotación sexual. ¿Cuáles son las posibilidades de la denuncia en la literatura contemporánea?
-Las posibilidades de denuncia, todas, como siempre. Lo que no sé es cuáles son las posibilidades de ser leída en un grado que le permita incidir en la guerra de sentidos.
"Le viste la cara a Dios"
Gabriela Cabezón Cámara
Los libros de la Mujer Rota
62 páginas
6 mil
Por Cristóbal Gaete
"Lo que la pandemia puso en evidencia: la desigualdad más feroz, la precariedad de las vidas de millones".
Grillo Valdez