Cultura, Arte y Patrimonio, al servicio de la Salud Mental
Claudia Peñailillo Cronoro , Periodista y Licenciada en Comunicación Social, Alberto Larraín Salas, Psiquiatra, Director Ejecutivo Fundación ProCultura . EPA
EEste fin de semana se celebró la vigesimoprimera versión del Día del Patrimonio Cultural -la mayor fiesta cultural del país- este año por primera vez adaptado para ser vivido desde las casas dada la contingencia de la pandemia. Con más de 1.911 actividades se invitó a conectarse, conocer, recordar, compartir, disfrutar y celebrar nuestra cultura e identidad.
Muchos aspectos sociales y sanitarios han aparecido, a raíz de lo vivido, cargados por distintas emociones: angustia, frustración, miedo, pero también solidaridad. En este contexto, esta actividad nacional cobró un nuevo sentido al evidenciar el enorme impacto positivo que tiene la cultura, el arte y el patrimonio en nuestra salud mental, siendo el sector cultural uno de los que más está haciendo por nuestra salud mental.
Las personas somos sujetos situados, vivimos en un lugar, en un tiempo, con una historia, una familia y una cultura. A fines del año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó incluir el arte y la cultura en los sistemas sanitarios después de validar estudios que muestran las mejoras en la salud a través de ellas. Desde que COVID19 empezó a expandirse, la OMS ha sido explicita en llamar repetidamente a los gobiernos a poner el foco en la salud mental, bajo la estimación de que las enfermedades mentales se incrementarán un 30% por sobre lo existente en cada país. El confinamiento, la incertidumbre, el miedo, la falta de ingresos, el hambre, la pérdida de seres queridos y la violencia intrafamiliar favorecida por la cuarentena son factores directos en la producción de enfermedades mentales.
Para enfrentar esta realidad como comunidad, la cultura, el arte y el patrimonio son elementos centrales a considerar. Nuestra salud mental está directamente ligada con ellas porque representan el alma de las comunidades y conforman nuestra identidad colectiva e individual. La cultura, el arte y el patrimonio, nos conectan con nosotros mismos, con quienes nos rodean, y permiten así expresar nuestras emociones.
Provocación
En medio de este encierro, nos debemos provocaciones. Provocarnos en cómo construimos una nueva forma de enseñar. De que la educación sea cautivante; que la inteligencia deje de medirse por las notas; que los docentes provoquen una nueva forma de impartir las clases y que, los estudiantes, se aferren a aprender y a ser curiosos.
Deberíamos provocarnos en política. Aprender de la sabiduría de quienes por años levantaron banderas, pero además abrir espacios a ideas nuevas que conquisten de manera altruista, sin oportunismo, para sembrar con manos limpias.
Provoquémonos en todas las áreas que involucren atención y servicio hacia los demás. Hoy, estamos ávidos de iniciar un nuevo recorrido en nuestras vidas. Nos hemos ligado una dura experiencia de sobrevivencia y cuando todo esto termine, no podemos continuar como antes. Ya no. Las provocaciones tendrán inicio en un escenario oportuno. Seamos valientes. Que nuestros gritos no se ahoguen en el silencio de lo prudente o de lo temeroso. No permitamos que otros piensen o decidan por nosotros ¿o es que acaso no debemos provocarnos a cambiar?
Es el momento ideal para plantearnos ¿qué queremos hacer en los próximos meses? Diseñar una nueva ruta puede ser garante de dejar atrás aquellas barreras que nos limitaban, o nos hacían sentir atados a un mundo donde no encajábamos. En estos tiempos de cuarentena, las necesidades y prioridades han tomado un nuevo curso en nuestras vidas. Dejamos de consumir cosas que a lo mejor no necesitábamos, cediendo espacio a elementos esenciales para el diario vivir. Fortalecimos nuestras redes de apoyo, entre la familia o los amigos y, tal vez, hemos aprendido a ejercer un rol más solidario entre nuestras comunidades.
Hoy, el liderazgo no es necesariamente de quien tiene más poder, sino que, puede estar en el que por años se mostró taciturno, pero, no por ello, menos inteligente. La invitación es a provocar cambios convincentes donde tengan cabida las mismas oportunidades para todos; dejando de lado las diferencias sociales, culturales, religiosas, políticas y económicas. La provocación, en definitiva, involucra el poder generar pensamientos nuevos, creativos y transformadores, por un mundo mejor.