Agua y leyenda en Copiapó
Enviada por : Cristian Pino Acevedo
Una de las leyendas de Copiapó cuenta que si uno pone mucha atención durante la noche en la plaza de Armas, podrá escuchar un río subterráneo que pasa por debajo.
Esta historia, que se remonta a los años 20's, se une con otras de finales del siglo XVIII que dice que producto de un terremoto la ciudad se hundirá por estar construida sobre pantanos. Independiente del folclore, ambas entregan un mensaje: a pesar de lo escaso del recurso hídrico, el agua ha sido un pilar de desarrollo social de la ciudad.
Muchos octogenarios y no tanto, recuerdan cuando el río fluía orgulloso, añoran los descensos en balsa por el río, bañarse en el Pate' Cabra o en el Costa Azul, en las lagunas de Bodega y Punta Negra, en las pozas y las caídas. Y es por eso que dolió tanto verlo extinguirse a finales del siglo XX producto de la sobreexplotación.
La orgullosa arteria verde a lo largo de la cual los naturales habitaron, que sació la sed de los españoles luego de cruzar la cordillera, que permitió el desarrollo de trapiches en el siglo XIX y que soporta la vida y la actividad económica a lo largo del valle, hoy es un agónico y delgado hilo que se rehusa a morir y de vez en cuando nos recuerda que puede volver con brío a recuperar lo que es suyo, como lo hizo en dos ocasiones en presente siglo.
Sin agua no hay vida, sin río no hay Copiapó.
Copiapó, un premio con sorpresa
Recuerdo con detalle nuestra llegada a Copiapó. Fue iniciando el mes de Febrero de 1986, en un bus que viajó toda la noche desde Iquique. Llegamos con mi señora, los dos niños pequeños, de 1 año y otro de 3 meses, junto con un cerro de maletas y unos muebles que pudimos traer en el maletero.
Eso no importaba, Copiapó era para nosotros un premio, era volver al Chile verde. Para nosotros, familia de un talquino, una viñamarina con dos niños iquiqueños, después de 3 años de emprendimiento allí, en tiempos difíciles, donde trabajando a pleno sol en el POJH varios meses. Me conoce la alcaldesa, quien me ofrece que invente una oficina municipal de Turismo allí, lo que hice con tanta pasión, que a los 3 años me ofrecen de premio un importante cargo en Turismo en Copiapó, ciudad que vista desde más al norte, nos parecía un oasis, con algunas similitudes a las ciudades del valle central, con árboles, con veredas para pasear con los niños, sin duda un premio y una sorpresa, veníamos por 3 años, como muchos, para luego seguir nuestro periplo al sur. Sin más familia que nosotros cuatro, pero encontramos amigos que pasaron a ser familia.
Los niños aumentaron, ya eran 3, entraron al colegioy nos fuimos quedando. Hoy han pasado 34 años. Yo me quedé, los niños crecieron y ellos, siendo nortinos, se fueron al sur. Y yo sureño, me hice nortino.
Me gustó este premio, que aún perdura y vivo, y que traía la sorpresa de volverme Copiapino.