La vida simple
Sylvain Tesson (traducido por César Aira)
Alfaguara
240 páginas
$14.000
Sylvain Tesson (traducido por César Aira)
Alfaguara
240 páginas
$14.000
Anular las necesidades del cuerpo para convertirse en pura alma es lo que propone el geólogo francés Sylvain Tesson en "La vida simple" (Alfaguara), un diario en las montañas de Siberia, Rusia, que comienza a escribir en febrero y termina en julio, con los deshielos, la eclosión de las larvas de las mariposas y la resurrección tras el dolor de un amor que no fue.
La aventura de Tesson parte en un supermercado: "Quince clases de ketchup. Es por cosas así que tengo ganas de apartarme de este mundo". Y agrega: "Me había prometido vivir como ermitaño en el fondo de los bosques, antes de cumplir cuarenta años". El autor anuncia desde un primer momento que el plan son seis meses en una cabaña a orillas del Lago Baikal, en Siberia, cuyas aguas en invierno sirven como pistas de patinaje y escenario para uno de los principales rituales de purificación de los cristianos ortodoxos: hundirse en aguas bajo cero. Todos los años hay fotos del Presidente Vladimir Putin realizando la hazaña semidesnudo.
Para soportar la pureza del paisaje mientras se baña entre témpanos y silencio, el autor de este diario de vida se lleva 65 libros a su cabaña. La lista la incluye íntegra : "Tratado de la desesperación", de Sören Kierkegaard; "La filosofía en el tocador", Marqués de Sade; "Las aventuras de Robinson Crusoe", Daniel Defoe; "Las ensoñaciones del paseante solitario", Jean Jacques Rousseau; "Las flores del mal", Charles Baudelaire; "Hojas de hierba", Walt Whitman; y "Walden", de Henry David Thoreau, son algunas de las piezas de su equipaje.
Al bajar en la cabaña Tesson escribe: "He llegado al embarcadero de mi vida. Al fin sabré si tengo una vida interior. (...) En París nunca me había detenido mucho en mis estados interiores. Pensaba que la vida no estaba hecha para hacer relevamientos sismográficos del alma. Aquí, en el silencio ciego, tengo tiempo de percibir los matices de mi tectónica propia".
El hombre, explica "La vida simple", cuando carece de "comunicación alguna, descifra la lengua de los árboles. Liberado de la televisión, descubre que una ventana es más transparente que una pantalla", por lo que un día, liberado de todos los verbos que alaban a la naturaleza, decide encarnarlos. Ahí, "es hora de dejar la ciudad y correr sobre los discursos el telón de los bosques".
Los vecinos de la cabaña, ubicada en el cabo de los Cedros del Norte, quedan a kilómetros de bosque congelado. Entre ellos resalta Maxim, un hombre que estuvo detenido por drogas y a quien la justicia decidió darle una segunda oportunidad resguardando el territorio casi desierto. Pero, cuenta el autor, "a la noche, el oso había venido y nos había mirado desde la puerta. 'Puta madre, en mi celda estaba más seguro', había protestado Maxim".
El inspector Anatoli es otro ser humano con quien interactúa Tesson durante su retiro. La autoridad fiscal "pasa la tarde errando por la orilla. Estas estaciones meteorológicas son rampas de lanzamiento al hospital psiquiátrico", ya que "el tiempo no les pertenece" al tener que salir cada dos o tres horas a reportar los cambios en el ambiente. "El ritmo impuesto los hunde en la confusión mental. Sus encierros se vuelven teatro de desórdenes. Beben, se pelean, desarrollan patologías psíquicas."
Esta paz aparente de los que escapan se transforma en un infierno cuando un millonario compra hectáreas de bosque, con miras a resguardar su patrimonio, tener un lugar virgen donde vacacionar y ser dueño de una reserva de agua dulce. "Una tropa de hombres ebrios, armas de guerra, vodka, grandes vehículos y tecnología: ingredientes que atraen a la muerte", escribe Tesson.
Las primeras caminatas del geólogo transcurren en soledad, observando pájaros, focas y salmones, junto a las huellas de zorros y osos que rodean su cabaña. Esto último lo cuenta a los vecinos, quienes se espantan y le prestan una pareja de cachorros siberianos: Aika y Bek, quienes dormidos, cuenta Tesson, forman el yin y el yang.
Los perritos dotan al autor de las virtudes de Thoreau en "Walden", es decir, el burgués que termina viviendo en una cabaña en el bosque, en su caso estadounidense, para dedicarse a hablar con lechuzas y conejos. Tesson dice que en el silencio adquiere "el síndrome de San Francisco de Asís. El santo habla a sus hermanos pájaros, Buda acaricia al elefante furioso, San Serafín de Satrov alimenta a los osos pardos y Rousseau encuentra consuelo en la herborización".
El escritor ordena su relato fechando los apuntes, ya que, afirma, escribir un diario en medio de la soledad "obliga a prestar mejor atención a los hechos, escuchar mejor, pensar con más fuerza, mirar con más intensidad. Sería descortés no tener nada que escribir a la noche. La redacción cotidiana se parece a una cena con la novia".
Cuando la primavera comienza a despuntar y a dos meses de que termine el arriendo en las montañas, "en la pantalla del teléfono satelital que reservo para las urgencias y no he utilizado todavía aparecen cinco líneas. (...) La mujer que amo rompe conmigo".
sYLVAIL tESSON ES UN GEÓLOGO Y VIAJERO FRANCÉS QUE SE DEDICA A ESCRIBIR NOVELAS Y ENSAYOS.
Por Valeria Barahona.
THOMAS gOISQUE