Raúl Ruiz, el cineasta que nunca muere
Vuelve a las librerías uno de los artistas más prolíficos e irrepetibles de Chile. Esta vez con una edición de su poesía en manos del poeta Bruno Cuneo y la revisión de sus primeras películas por parte de la periodista Yenny Cáceres.
Raúl Ruiz nació en Puerto Montt, pasó una temporada en Quilpué y murió en París.
El libro "Los años chilenos de Raúl Ruiz" (Catalonia) parte en Concepción, con la imagen de un veinteañero Ruiz despuntando a la vida en esa bullente ciudad universitaria. Es hijo de Olga, una profesora de Mulchén y de Ernesto, un marino mercante de Chiloé. Nació en Puerto Montt y pasó su niñez en Quilpué. La familia luego se mudó a Santiago a vivir a la calle Rosal y luego a Huelén. En la capital Ruiz empezó a estudiar Derecho y Teología. Hablar de teatro y literatura con sus amigos era su pasatiempo favorito.
Finalmente arribó a Concepción y su afición por el teatro fue virando al cine casi sin proponérselo. Su primera obra es de 1963 y se llama "La maleta". Es un corto de 20 minutos sobre un hombre que carga una maleta por diferentes lugares. Es una maleta en la que lleva a otro hombre.
Seguir la huella de este libro "Los años chilenos de Raúl Ruiz" es también calibrar los comienzos del cine chileno. Todo, al calor del cine latinoamericano que en Argentina y Brasil lucían ya un ideario y una estética. La televisión y sus inicios también están presentes en la vida de Ruiz, quien escribió teleteatros en Chile y México bajo las órdenes de Valentín Pimpstein.
La huella de la política también cruza este libro. Ruiz no es militante, pero es un cineasta en un país en estado de efervescencia que ya empieza a escarbar en el habla chilena. Suya es la tendencia a irse por las ramas y mantener un imbatible sentido del humor. En "Ahora te vamos a llamar hermano" (1971) reflexiona sobre el mundo mapuche en un cortometraje a color de 13 minutos y en mapudungún.
Yenny Cáceres escribe desde la admiración. Este libro también es una carta de amor al Chile de los sesenta y setentas que filmó Ruiz. Están plasmadas en estas páginas la melancolía y violencia de "Tres tristes tigres" (1968) con sus personajes deambulando por bares y hoteles. También está esa sátira kafkiana que es "La colonia penal" (1970), sin olvidar el viaje bohemio de "Nadie dijo nada" (1971) y "La expropiación" (1971), una paradoja sobre la reforma agraria que le valió sanción de sus camaradas socialistas.
Al leer "Los años chilenos…" recalamos en el Ruiz más conocido de "Palomita Blanca" (1973). También en el de "Diálogo de exiliados" (1974), primera de sus películas hechas en el exilio . En su caso el exilio fue doble: exiliado de Chile y exiliado de los chilenos refugiados en París que no le perdonaron jamás este retrato sin epopeya de esos turbulentos días.
Duelos y quebrantos
El segundo libro fue impulsado por el poeta Bruno Cuneo, académico del Instituto de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, donde encabeza el Archivo Ruiz Sarmiento. Cuneo cuenta que siete meses antes de morir, Raúl Ruiz enumeró en su diario íntimo una lista de pendientes entre los que figuraba la "corrección y puesta en forma de un libro de poemas".
Explicando la naturaleza de esta publicación, "Duelos y quebrantos", Cuneo la define como "una ficción editorial, es decir, una interpretación personal del título, el contenido y la forma que podría haber tenido ese libro". De los casi 500 poemas que Ruiz había escrito a lo largo de su vida, acá Cuneo compiló 47 bajo el nombre de "Arpegios y melismas", 65 bajo la acepción "Verso libre" y dos poemas largos llamados "Trabajos y obras del Teniente Bello" y "La balada del viejo profesor".
Al poema referido al Teniente Bello, famoso aviador extraviado en 1914, Ruiz lo llamó "una epopeya bufa". En él empleó una métrica similar a la octava real, la misma que emplea Ercilla en "La Araucana" y que Ruiz usó para versificar el extravío y la condición volátil del joven Luis Alejandro Bello Silva.
Entre octubre y noviembre de 2009 se fecha la escritura de "La balada del viejo profesor", un poema donde irrumpen las voces fantasmales del doctor Lira, el capitán De La Piedra y el melancólico profesor que recuerda a un "hombre rigurosamente vestido en tenida estricta de payaso" paseando por Quilpué.
Los otros 112 poemas muestran el oficio con la palabra que esgrime Ruiz. Sonetos, décimas campesinas, versos libres sirven para poner en el papel su humor fino y fantasmas al borde del abismo. Por ejemplo:
"La pereza de los patios
humedecidos por el agua de
las sábanas
le recordaron de seguro la
gatuna gárgola
y el lamento oscurecido de
los terrenos baldíos
y someramente abarrotados
de tarros de conserva
y vario florecer de vidrio".
Por Amelia Carvallo A.
Aunque Raúl Ruiz dejó este mundo el 2011, su legado permanece vivo. En estos días, dos obras salen al ruedo inspiradas en Ruiz. La primera es de la periodista de la Universidad de Chile y crítica de cine Jenny Cáceres quien recogió los pasos del cineasta en "Los años chilenos de Raúl Ruiz". Fue desde que vio "Palomita blanca" en 1992, en el viejo cine Huérfanos, que quedó enganchada con la obra del chileno. "Me voló la cabeza", sintetiza esta autora, quien finalmente conoció al director y lo entrevistó por primera vez en 2005, y continuó haciéndolo hasta abril de 2011, meses antes de su muerte.
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