Ante la pregunta: ¿Cómo estás?", es muy probable que un adolescente o un adulto mayor responda: "Bien, gracias". Según una encuesta, dada a conocer por la Fundación Katy Summer durante una jornada para padres y escolares realizada en Copiapó, se advirtió que cada año son cerca de dos mil las personas en Chile que deciden terminan de forma drástica con su vida. ¿Los motivos? se sintieron apartados de la sociedad, sufrieron de acoso cibernético o creyeron ser un estorbo para sus familias. ¿Cómo es posible que estemos perdiendo tantas vidas humanas y no seamos capaces de parar esta cruel realidad?
Millones de usuarios, en todo el mundo y en nuestro país, son parte de la plataforma social de mayor incidencia hoy en día: Instagram. Una poderosa red social y aplicación de consumo rápido y de continua actualización entre los miles de perfiles que se registran en el ícono rojo. ¿Qué nos responden sus imágenes? "Estamos bien, gracias".
En Instagram pareciera ser que somos siempre felices. Encontramos videos y fotografías de personas alegres y entretenidas. Hace unos días, tuve la oportunidad de juntarme con un amigo a quien conozco desde hace muchos años y que creía estaba bien, - por lo que mostraba en sus publicaciones en internet-, grande fue mi sorpresa al enterarme que se sentía desolado y pasaba días enteros en su casa con mucho desgano.
Mostrar una imagen fantástica en redes sociales sabiendo que, en la intimidad de una habitación, la realidad es otra, no debe dejarnos indiferentes. La implementación de nuevas políticas públicas puede ser la clave para que exista mayor empoderamiento, sensibilización y prevención en la sociedad sobre este tema. No más daño colateral a nuestros niños, jóvenes o adultos, en tiempos donde las comunidades parecieran ser cada vez más individualistas y deprimidas.
Dejemos de ser tan críticos y perfeccionistas con nuestro entorno. No nos quedemos tranquilos al escuchar un "estoy bien, gracias". Preocupémonos y ocupémonos de los demás. En definitiva, seamos capaces de marcar el punto de inflexión en aceptarnos por lo que somos y no por lo que otros quieren que seamos, porque no todos ni todas somos tan felices como aparentamos en internet.
Claudia Peñailillo Cronoro
Periodista y Licenciada en Comunicación Social