Un joven miedo de doscientos años
La antología Iberoamericana de relatos de terror "El legado del monstruo" (Zig-Zag) celebra desde Chile a uno de sus reyes: Frankenstein.
Todo empezó como un juego el 16 de junio de 1816, en una casa alquilada a orillas del lago Lemán, en Suiza. El anfitrión, el mítico Lord Byron, tras leer en voz alta muchos relatos de terror alemán, desafió a escribir el relato más terrorífico a quienes compartían la velada con él, Percy Shelley, Mary Shelley, Polidori y otros invitados. Mary Shelley no entra en el juego en aquel momento, pero se deposita en ella la semilla monstruosa.
Porque no fue ni el escrito de Byron ni el de Percy Shelley, ambos importantes poetas del Romanticismo inglés, el que sobrevivió a esa noche. Polidori, doctor aprendiz de escritor, creó el vampiro pero no recibió la fama por ello, mientras Mary Shelley, creó a un monstruo icónico: Frankenstein.
En marzo del año pasado se cumplieron doscientos años de la publicación de ese libro. Y, en nuestro país, el especialista en literatura y cine de terror Jesús Diamantino convocó a escritores iberoamericanos para celebrarlo. Él mismo cuenta sus razones: "La criatura de Frankenstein ha forjado la idea de monstruosidad que hoy en día concebimos. Es más, el género del terror ha evolucionado y se ha legitimado en gran medida gracias al arquetipo creado por Mary Shelley. En este sentido, resulta sumamente interesante mostrar como el monstruo es interpretado y revisado actualmente, pues su carga simbólica es inagotable".
Diamantino escogió a los catorce autores que participan en "El legado del monstruo". El también académico de la Universidad Adolfo Ibáñez describe el criterio: "Convocar a escritores ya consagrados y otros emergentes, que hayan explorado anteriormente el terror en sus obras. Prácticamente todos cumplen con esa consigna, algunos, incluso, son reconocidos estudiosos del género, como David Roas. A partir de lo anterior, se les permitió homenajear la novela de Shelley con mucha libertad y amplitud, aludiendo a las múltiples interpretaciones que ofrece la obra. Por ello el libro recoge cuentos que ahondan en el mito desde la ciencia ficción, desde la monstruosidad cotidiana, desde el trauma que implica la muerte y desde la reactualización o continuidad de la obra original".
Entre los nacionales hay escritores consagrados como Jorge Baradit, Álvaro Bisama, Thomas Harris y Pablo Illanes. Hay otros autores de largo recorrido en el nicho del género fantástico, como Amando Rosselot o Diego Múñoz Valenzuela. Y autores emergentes como Carolina Melys. Se suman los iberoamericanos Yoss (Cuba), Laura Ponce (Argentina), Francisco de León (México), Patricia Erlés (España) y Javier Alarcón (Venezuela).
En blanco y negro
Jorge Baradit, hoy más conocido por derribar mitos de la historia de Chile, dedicó sus primeros años de escritura a la literatura fantástica. Él descubrió a Frankenstein en "una miniserie inglesa que dio Canal 13. Me dejó marcando ocupado, porque no era lo que había supuesto, era un Frankenstein presentado como un Adán, como un tipo tremendamente pintoso que se iba deformando a medida que avanzaba el tiempo. No tiene nada que ver con la versión original del cine. Esa relación de fealdad interna y fealdad externa, es muy propia del Romanticismo. Lo que logré entender es que en ese tiempo importaba la belleza interior, como por ejemplo con El jorobado de Notre Dame, estas figuras que eran reservorios de nobleza".
Tras esa visión Baradit buscó la película de 1931, que la emitía el entonces Canal 11 en blanco y negro, que dedicaba la medianoche al terror. El encuentro con la escritura de Mary Shelley fue "un mes después, nada tiene que ver con la imagen que nos creamos de Frankenstein. Primero, nunca en el libro es fabricado con trozos de cadáveres, y tampoco es vuelto a la vida con esa imagen clásica del tipo activando una máquina y capturando un rayo de electricidad. De hecho el monstruo mide dos metros treinta o cincuenta de altura. ¿Dónde vas a conseguir partes humanas para un monstruo de ese tamaño?".
La creación de Frankenstein en el libro, recuerda Baradit, es "medio alquímica, se va formando en una tina, con materiales. Se considera la primera novela de ciencia ficción". Respecto de la actualidad del monstruo, Baradit la compara con Terminator, "En esta idea de que el hombre en este afán de convertirse en dios termina destruido por sus propias creaciones".
El texto de Baradit, "Bestiario", está más cercano al ensayo que al relato. "Cuando me pidieron participar en el libro respondí que tenía ideas para un ensayo corto. Escribí que somos incapaces de construir monstruos, la mente humana es incapaz, por eso tendemos a unir unos con otros. Si tú vez los monstruos del cine están en esteroides, o son reptiles. Lovecraft escribe que cuando algo que ve es inconcebiblemente monstruoso decide no describirlo. Los monstruos son la proyección de nuestro interior".
El terror de Santiago
Otro de los autores de la antología "El legado del monstruo" es Pablo Illanes, escritor especialmente reconocido como guionista de telenovelas como "¿Dónde está Elisa?" o series como "Prófugos". Él también conoció por la televisión a Frankenstein, "en una serie de dos capítulos que daban en los ochenta, que duraba como tres horas en total. Era bastante apegada el libro, que me conseguí cinco días después, y logré identificar algunos momentos, algunas descripciones. Lo que más me gustaba está el sentido de la atmósfera, además del trabajo narrativo. Hay algo muy único, por eso es un modelo para tantas otras cosas, todos los monstruos modernos le deben tanto a Frankenstein".
Para Illanes, que cultiva el terror en escenarios cotidianos también en sus propias películas, Frankenstein está "en la columna vertebral de mi formación sentimental, junto a Drácula, y otros monstruos más modernos como Jason de Viernes 13 o Freddy Krueger. Frankenstein fue el primer acercamiento que tuve a la sensación del miedo".
Su relato, el que abre el libro, es "Plan de Navidad". El autor cuenta su germen: "Pensé en presentar algo que ya tenía escrito pero después escribí especialmente para la antología. Hay distintas formas de acercarse en los cuentos. En el que escribí yo, quise apropiarme del mito más cinematográfico que literario. Tomar el monstruo para convertirlo en otra cosa, meterlo en la cultura pop".
"Plan de Navidad" ocurre en un retail de Providencia. Este realismo es, según Illanes, porque "son lugares de mi vida cotidiana, hay mucha observación. Es muy terrorífica la quietud de esos espacios, la calma. En la literatura y el cine en cualquier lugar se puede hacer terror. Y Santiago es una ciudad particularmente terrorífica".
El miedo bajo la cama
Carolina Melys (1980) es la autora nacional y emergente de la antología. Suyo es el libro "Incorruptos" (Montacerdos) y piezas en algunas antologías. Se debut en "El legado del monstruo" ocurrió porque Diamantino había leído "Incorruptos" en clave misterio: "Yo no soy buena para ver películas de terror, me dan miedo. Tampoco leo terror".
"Una ciencia nueva", su cuento, trata sobre la vejez y la salud. Sus protagonistas son todas mujeres. Melys las escoge porque "es más cercano, más familiar. Vengo de una mujer de historias, tías, abuelas solas que cuidaron a sus madres, a sus abuelas, solas. Por algún motivo la figura del hombre no apareció en mi imaginario".
Efectivamente su relato genera miedo desde el cotidiano. "Para mí la literatura tiene que lidiar con mis miedos, poder nombrar o decir o mirar justamente los temas que me cuesta lidiar en el cotidiano, en una vida común y corriente. Por ahí pensé que en la ficción podía hacerme cargo y me resulta un poquito más clarificadora, como que lo podría aprehender de otro lugar. Se esconde tal cual como cuando se es chico, abajo de la cama. Siempre hay algo".
Poesía y terror
"La ladrona del fuego" es una carta de amor imposible y actual. La escribe Mary Shelley y está destinada a su esposo muerto, Percy. El aliento poético se lo da Thomas Harris. El autor, de dilatada trayectoria en poesía e incursiones en el terror narrativo, escogió este modo porque "Frankenstein o el Prometeo moderno" es una novela epistolar, género muy en boga en la época, tanto en el relato de terror como "libertinos", temas que a veces se cruzan ente ambos géneros y que yo incorporo en el cuento".
Harris homenajea entonces la figura de la misma escritora. "Porque en el fondo ella es la verdadera creadora de la criatura, pero no con restos de cadáveres, sino con lápiz y papel. Quise que este homenaje fuese una carta de ella a su amor romántico post-mortem, pero en el cual también hay un aspecto erótico y otro distópico: finalmente ella quiere demostrarle a Shelley que con la escritura -más que con el galvanismo- se puede crear vida: es decir ella es la Prometea moderna, la pequeña Diosa, como diría Huidobro".
Por Cristóbal Gaete
"Ella (Mary Shelley) es la verdadera creadora de la criatura, pero no con restos de cadáveres, sino con lápiz y papel", dice Thomas Harris.
zig zag
"La ladrona del fuego"
Estas noches de calor tropical, con no poco de nostalgia y algo de piedad, suelo recordarte, Percy, siempre con tu semblante bello y joven, romántico y alocado, triste las más de las veces, pero con el estigma de una supuesta libertad incuestionable en tus facciones de Adonis, a quien le rendiste el bello tributo que aún leo cuando escucho las olas estrellarse contra el farallón que separa esta casa pequeñita, pero confortable, del mar, el mismo que te llevó en sus fauces tormentosas, esa noche de julio de 1822 -nunca he podido olvidar la fecha precisa, aciaga- cuando apenas cumplías los treinta años, pero qué va, no habrías sido Percy Shelley si no morías a la edad predestinada a los poetas como tú.
Nunca dejé de amarte, eso no puedo negarlo, y aún te amo, pero siempre fuiste tan incondicional a Byron, nuestro vampiro turbio, que le pusiste Don Juan al velero que te arrastró al fondo de las aguas cuando regresabas desde Lerici a Pisa, aunque sé con la certeza que lo habías cambiado por Ariel, a pesar de la insistencia de Edward. Y tu cuerpo consumido por el fuego por decreto post mortem del mismo Byron, Percy, ¿viste?, siempre nuestro destino predeterminado por el vampiro cojo. Pero logré extraer, ¿recuerdas?, tu corazón de ese puñado de cenizas y lo tuve, fíjate cómo te amé, en un pañuelo de seda hasta mi muerte. Dicen, mi amado mortal, porque no saben el final -o el transcurso, dado que nada ha concluido hasta ahora - que en esta carta que te envío esta noche tropical narro.
No que después de mi muerte tu corazón lo haya descubierto en ese pañuelo de seda nuestro hijo Percy y guardado junto a él hasta su muerte, donde finalmente descansaste -solo cuando el corazón llega a la tumba puede finalmente descansar un hombre-porque los sepultaron juntos, y ahí duermen -por ahora - juntos.
Nunca dejé de amarte, Percy, y prueba de este amor es la historia de tu corazón que guardé en ese pañuelo de seda en mi regazo de amante y madre. Porque siempre fuiste un niño Percy, siempre tan dependiente del vampiro cojo y sus cofrades. Y seguro estarías ahora en esta cama de madera abrazado a nosotros si no te hubieran cremado, por un designio del cojo, porque de las cenizas sí que es difícil surgir y seguir viviendo, ni siquiera metafóricamente. Pero a veces sueño que te abrazo, Percy, y escuchamos el mar, en la pleamar, los tres convulsos y jadeantes bajo esta luna inmensa, roja, sangrienta, tropical, ardiente.
Y claro, sería un lugar común detenerse en las alocadas noches de Villa Diodati, ese verano húmedo y riguroso, que con su lluvia incesante nos confinó en la casona de Byron y el ajenjo y la voz gutural del vampiro cojo narrando historias de fantasmas sacadas de esos volúmenes de relatos de terror traducidos del alemán; sobre todo recuerdo la Historia del amante inconstante y sus promesas rotas, y las risitas locas de Polidori y las carcajadas un tanto burdas de la amante de turno de Byron. Y el concurso que se le ocurrió al cojo miserable «Vamos a escribir cada uno un relato de fantasmas»; y aceptamos su proposición y, bueno, querido Percy, tú fuiste incapaz, tan dado a plasmar ideas y sentimientos en el esplendor y la imaginería y la música del verso melodioso que orna nuestra lengua, que a narrar, te fuiste por los meandros de tu infancia; pero esa historia ya está demasiado narrada para insistir en ella y los presupuestos que me llevaron a escribir mi cuento que hizo que ahora esté acá en esta playa calurosa, tantos siglos después, porque vencimos a la muerte y a los designios de Dios, amor mío, pero tú tenías que convertirte en un montón de cenizas y yo morir y así perder tu corazón.
Extracto del cuento
de Thomas Harris en la Antología "El legado del monstruo".