Las palabras recogidas de la calle
Con el oído atento que ha marcado su poesía, Germán Carrasco entrega "Metraje encontrado" (Hueders), extenso libro de poesía intervenido por fotogramas hallados por su pareja, la cineasta Tiziana Panizza, en el persa.
Germán Carrasco es uno de los poetas más importantes de la actualidad. Su poesía -dice- la hace con lo que conversa y con lo que oye y mira por ahí.
"Metraje encontrado", su nuevo libro, retoma la calle, los amigos escritores, la memoria, lo coloquial y lo anacrónico. Carrasco, compara su oficio con el de un hombre vendiendo cosas aparentemente inútiles o gastadas: "¿No es eso la historia de la literatura?/ ¿No es eso la poesía?/ ¿Intentar vender algo del todo inservible/ o tal vez mostrarlo como en un museo?"
Dividido en capítulos que operan como premisas, "Metraje encontrado" es intervenido por fotogramas utilizados por Tiziana Panizza para su trilogía "Cartas visuales". El poeta también va al persa: "Yo parasito mucho de lo que recoge mi mujer, vamos juntos. Tengo una sarta de afiches o fotos en una cajita. Publicidad antigua sobre todo, escenas familiares viejas. Hay un cineasta francés que dice que todos los nacimientos son iguales, que todas las escenas en la playa son iguales. Yo no creo. Son distintas, hay una especificidad en cada imagen".
-Las cintas halladas son el disparador del libro. ¿Cuál es la cuota de azar en tu creación?
-No trabajo con el azar ni con lo automático. Las imágenes que encuentro son ajenas, con ellas uno hace un montaje y arma una especie de narrativa. Todo para preguntar qué pasó con las personas que aparecen ahí. Raúl Ruiz dice que hay tal desprecio por los archivos en Chile, que los ocupan para limpiar los wáteres. En el caso de estas imágenes, es un acto de resurrección de esos muertos.
-Aparecen muchos colegas literarios dando vueltas en tus poemas, ¿por qué?
-A veces los poemas son fragmentos de conversaciones. Por ejemplo, tuvimos una conversación profunda con Natalia Berbelagua sobre el buen morir y me pareció pertinente ponerla. Aparece Óscar Barrientos, Francisco Ide, varios. A veces uno parasita de la conversación. Concibo el poema como colectivo, porque lo escribimos entre todos, como decía el viejo Gonzalo Rojas. Es la inclusión de gente viva y muerta, de autores, fantasmas que me muestra mi mujer cineasta, que encuentra cintas anónimas que no se sabe cómo terminan en los mercados persa. La imagen del poeta único ya no es muy útil, crea más problemas que otra cosa: problemas de ego y hasta farandulización del asunto.
-Se marcan muchos desplazamientos en "Metraje encontrado". ¿Cuál es el viaje en tu poesía?
-Son desplazamientos entre los dos extremos del país, lugares muy abandonados. Yo creo que Dios no pasó por Pisagua o Porvenir. A Pisagua van buzos a mariscar que ya no tienen pega en ningún otro lado. Son lugares muy marcados por la muerte, pero también muy hermosos. En el caso de la ciudad, tiene que ver con que casi no hay comuna de Santiago donde yo no haya vivido. El poeta es un chasqui: recorre todos los lugares como un Mercurio, con un mensaje. Como los ciclistas antiguos del cine, cuando había una pura copia de la película y tenían que ir como flecha para que la dieran por lo menos cuatro cines al día. O la amiga tuya que le daba la carta a la chica que te gustaba. El poeta es, en ese sentido, simplemente alguien que da pases, una especie de cartero, de recadero, que traslada cosas. Ahora -en el contexto liberal- está poblado de la gente Uber que va con mochilas gigantes que los hacen parecer una especie de escarabajo. Es surrealista verlo. Depende su paga de la velocidad con que se desplacen, su trabajo está lleno de peligros y por supuesto es precario.
-Uno de los sellos de tu poesía es la inserción coloquial. ¿Cómo trabajas el oído?
-Con lo coloquial hay algunos malentendidos básicos. Pablo de Rokha es para mí quien lo inaugura en Chile, cuando dice que con esas repeticiones eternas habla como vendedor de la feria. Nicanor Parra decía que era coloquial, pero todo lo que escribe está en endecasílabos, no creo que nadie hable en endecasílabos. Yo trato que tengan un dejo coloquial porque eso es familiaridad con el lector, ponerse tú con el lector. Eso me interesa. No la impostación, no la altura, no el poeta como una cosa extraterrestre, distinta, con otra sensibilidad, sino que sea casi como una conversación.
-Escribes un poema contra el editor, ¿te basaste en alguno?
-Es la figura del editor en general. Es muy divertido cómo se colocan en un papel de censores y no solo de censores de estilo, incluso de gramática, de la que no tienen mucha idea. En Chile, porque en los libros que he hecho en Buenos Aires te hacen dos observaciones y se imprime en dos semanas a veces. Acá puede estar fácilmente un año y medio un editor sacando porque le parece que hieren alguna sensibilidad, porque van a meterlos en líos o porque consideran que cosas no suenan estilísticamente correctas. Lo que me parece una aberración, porque estamos hablando de literatura, ¿por qué todo hay que explicarlo? Son como pequeños dictadores que ejercen su milímetro de poder, no todos por supuesto, con algunos se trabaja muy bien.
-¿Cuáles son los peligros de esos malos editores?
-El editor que quiere intervenir tu libro con una prosa y un verso que son obsoletos. En general, eso hace que el periodismo o la prosa chilena sean bastante mediocres. Cuanto tú lees cualquier periódico extranjero puedes leer artículos sobre box, fútbol, agronomía o sobre temas que no conozcas y la prosa que tienen los periodistas es fascinante. Eso es imposible cuando alguien tiene una percepción de la redacción menor de la que se aprende en enseñanza media. Es la morgue de las palabras. Nunca va a existir un periodismo más audaz.
-En "La insidia del sol sobre las cosas" hay un poema a Héctor Figueroa, poeta de tu generación que falleció hace muy poco. ¿Con qué te quedas de él?
-Con el "chico" escuchábamos hard bop, free jazz y leíamos muchas cosas. Hasta que nos daba la mañana y él se tenía que ir a trabajar de "chispita", como le decían en ese tiempo a los que medían el estado de la luz. Y yo me tenía que ir a la facultad en condiciones bien deplorables. Entonces poníamos el tema Eye of the tiger, el de Rocky, nos bañábamos y nos dirigíamos a nuestros respectivos lugares. Con él descubrimos una cantidad de cosas, todo lo que era consumo cultural pre internet. Si alguien se compraba un libro de Tusquets o de alguna editorial de poesía española lo circulaba de mano en mano, hasta que ya quedaba como si hubiera estado cincuenta años en una biblioteca, lo mismo ocuarría con los vinilos. Y hacíamos otra sarta de cosas.
Por Cristóbal Gaete
En la última década del siglo XX apareció en la poesía chilena Germán Carrasco (1971). "La insidia del sol sobre las cosas" (1998) sucede en casas de barrios de clase media. Siempre con un ritmo seductor, su escritura se instaló en la primera línea de su generación. Editado y premiado en distintos países, hoy es un referente que hizo escuela en sus talleres literarios.
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