Las memorias ochenteras de Alberto Fuguet
Cargado a las salas de cine, a la ciudad, a los clubes de video y al despertar sexual, en "VHS (unas memorias)" el autor regresa a la no ficción a través de una crónica autobiográfica ambientada en los años 80.
"Me sumergí como Jacqueline Bisset en The Deep y floté en las aguas de los 80". Alberto Fuguet presentó su último libro en Instagram. En la portada, la actriz bucea con un visor, guantes, una bolsa transportadora y una camiseta blanca que marca sus senos. "Con ella se inventaron las poleras mojadas", dice el autor de "VHS (unas memorias)" (Literatura Random House), su primera obra autobiográfica.
Cines, videoclubes, actores, barrios, música disco y, por supuesto, películas, se conjugan en un volumen que vuelve al pasado juvenil de Fuguet para reivindicar esos años donde "hay algo fascinante en crecer, tropezar, ser grande y chico, estar dominado por las hormonas, dudar y creer que el mundo se va a acabar, sentir como si fueras el primero en sentir así, cambiar de certezas, que todo te afecte".
Amigos, familiares y personajes conocidos conforman la narrativa de una etapa donde el escritor descubrió su pasión y su identidad sexual. En una parte del libro recuerda que "con Úrsula Basualto vimos 'Adorables revoltosas', y ella fue la que me dijo: Matt Dillon es precioso".
-¿Por qué los años 80 son inagotables?
-¿Lo son? Capaz que sí, aunque yo creo que VHS no es ochentero, solo sucede que está ambientado ahí. Creo que "VHS" se sale de dos temas asociados a los 80: la tierra de Pinochet y la idea de un país oscuro. Si bien toca esos temas y los explora -porque es cierto que en parte Chile era eso-, también conversa con otros 80: los del mundo, lo retro, el 80 que tenía algo de 70 y unos 80 donde también había lugar para el humor, lo erótico, los amigos. Era un país en blanco y negro, pero por otro lado, había mucho color. Creo que cada década lo es si uno la vivió o si tuvo testigos privilegiados. Te respondo de otra manera: ¿por qué la juventud es inagotable? Una respuesta es la cita de Bernard Shaw: que la juventud es desperdiciada en los jóvenes.
-¿Y por qué quisiste ir al rescate de tus años de juventud?
-Ni idea. Aunque me gusta la palabra rescate. Creo que tuvo que ver con empezar a re ver esas películas, ahora que todas las cintas del mundo de todas las épocas están a unos dedos de distancia, y me dieron ganas de hablar del backstage de cuando las vi, cuando intenté reseñarlas o analizarlas, o hacer un libro de crítica. "VHS" partió como un proyecto de ver cine de los 70, que es como la época de oro, pero capté que se ha escrito muy bien de ellas y yo era chico, por lo que no las vi en su momento. Entonces me dije: ¿qué cintas sí vi y recuerdo?, y ahí conecté conmigo mismo y el detrás de escena, porque "VHS" no es un libro de crítica de cine. Aquí las películas son una excusa. Supongo que entender más tus orígenes, tu pasado, te ayuda a entender algo mejor el hoy. Además, no sé, tanta gente tiene tan malos recuerdos de su pasado, que quise ver cuál era mi lazo con esos años. Creo que al final fue positivo y lo pasé bien. Exploré y eso siempre es bueno, creo.
-¿Te educó el cine sexualmente?
-Total y absolutamente. Mucho más que la familia, el colegio o los amigos. El cine era más gay, además. O uno veía cosas que no veía en la calle, la tele o la prensa. El cine era más hot antes y hacían cintas para adultos. Hoy el cine es más matiné para niños o adolescentes que aprendieron de sexo en internet.
-¿Quién era Diane Keaton en tu cabeza adolescente?
-Era una diosa. Inteligente, libre, intelectual, distinta, rara, independiente. Era el tipo de mujer que no conocía y el tipo de mujer que me hubiera gustado encontrar. Yo aún creía que quizás me podían gustar las minas, pero claro, no había minas como Diane Keaton. De hecho, aún hoy, hay pocas como ella. Con ese estilo, esa cosa algo andrógina, esa libertad intensa. La musa de Woody Allen me parecía una buena musa.
-¿Cómo te veías en los 80?
-Cambié muchas veces. Tuve el pelo muy largo. Luego corto y new wave. Pasé de lana a californiano, para quedarme un tiempo en usar camisa, vestones, abrigos y anteojos que hoy se los apropiaron los hipsters. Obvio que me equivoqué mucho. Eran los 80. Nunca usé nada de neón, eso sí. Ni tampoco pantalones amasados. Conversaba mucho de cine y defendía a los directores que aparecen en "VHS" y eran considerados americanos, cosa que en mi escuela de Periodismo era un adjetivo negativo y descalificativo.
-¿Fueron los 80 mejor que los 90?
-Quizás. A mí me tocaron los 80 y de eso escribo. Creo que también me he hecho cargo de los 90 y los 2000 y creo que "Sudor" es muy sobre el 2015 y los millennials. Dicho todo esto: hay algo fascinante y es que los 80 fueron análogos. Ya los 90 empezaron a ser digitales y seguiremos así por un rato, creo. Impresiona que no hace tanto el mundo era tan distinto y nosotros lo vivíamos de otra manera que como vivimos el actual.
-Con Netflix por ejemplo. ¿Qué es esta plataforma para ti?
-Una bodega que, tal como todas, uno saca cosas, pero no toca mucho. Veo series, me dejo sorprender, pero le falta más cine viejo, antiguo, raro. Me encanta mirar y mirar las novedades, o lo que me recomiendan, y luego quedarme dormido y no ver nada.
-¿Guardaste VHS's?
-Compré pocos, la verdad. Compré más vírgenes y pedía que me grabaran cintas de difícil acceso. Guardé y compré muchos DVD's y luego vendí muchos. Soy más fetichista de afiches. Tengo muchos de los afiches de las cintas que me importan y cito. Comprar VHS originales era carísimo.Luego trabajé en una empresa de videos y ahí me quedaba con ellas. Tenía copias y copias. Regresaba las películas al club y no pagaba multas. Las devolvía rebobinadas y de ahí saqué el título de un libro. No regrababa. Sí grababa al máximo, de la manera más penca, digamos, no en la mejor resolución.
-Cuéntanos la historia de una cinta virgen.
-En un viaje por USA, apoyado por los rotarios -que esbozo en "VHS" y que creo que da para algo más largo, quizás una nouvelle-, me comenzaron a regalar mis anfitriones cinta de VHS virgen. TDK. Los usaba no para grabar películas, sino para grabar horas y horas de programación americana de MTV para traer de vuelta a Chile. Grababa películas en la casa de otro amigo, de grabadora a grabadora. Era complicado y caro. Era mejor arrendar. Nunca grabé películas de la tele por estar dobladas y en castellano y en los 80 las cintas que daban eran todas antiguas, de los 60.
-¿Veías malas películas hasta el final?
-Sí, obvio, y me salí poco. Me salí de una "Locademia de policía". Me salí de cintas de Fassbinder, de cintas europeas que me lateaban. Veía créditos. Amaba los créditos y por eso me quedaba al final. Yo aplaudía en los créditos. Aplaudía al fotógrafo, al director de arte, al músico. Ojo: en los rotativos, uno veía los finales a veces antes que el comienzo, así que sí, me quedaba a ver las cintas malas hasta el final para ver si eran tan malas. Yo confiaba en epifanías. No siempre sucedía, pero estar en el cine era mejor que estar en la calle. A veces sentía así que no me molestaba perder el tiempo. Recuerda, era pendejo, pensaba que tenía todo el tiempo del mundo.
-¿Qué es una mala película?
-En dos palabras, es que no te engancha. Que te aburre. Que te hace querer mirar el celular. O pensar en lo que debes hacer mañana. Muchas de las cintas que gatillan mis recuerdos en "VHS" quizás no son obras maestras, quizás son de género o B, pero no son malas. Quizás no eran respetadas, pero de hecho creo que en mi canon juvenil hay cintas que crecen y crecen con el tiempo y que en su momento fueron despreciadas, como "Cuenta conmigo", "Vestida para matar", "Estallido mortal" y "Albóndigas", por nombrar algunas. Y si uno quiere una cinta mala, quizás ese cariño la redime, ¿no?
-¿Cómo era el video club al que ibas?
-Iba al Errol's y antes a uno sin nombre atendido por un torpe que estaba en el Unimarc. Luego al Blockbuster. Odiaba el Dicapi, que era el de arte y que estaba en Antonio Varas y Providencia, frente a una plaza. Puede sonar arrogante, pero yo siempre sabía más que los que atendían y nunca me aconsejaron o me recomendaron nada. Sé de gente que tuvo verdaderos críticos de cine, pero eso sucedió más en regiones. Fue tal el deseo de buscar un tipo así que eso fue parte de la base de la gestación de "Por favor, rebobinar".
-¿No te dio pudor hablar de gente conocida?
-Para nada. Me da pudor a mí. Mucho. La gente que me conoce post 88-89 sabe que puede ser parte de un libro. Obvio que a ciertos tipos los protejo algo, pero ya ha pasado tanto tiempo... Narrar es poner por escrito lo que uno piensa o cree que recuerda y si uno hiere, hiere. Es el riesgo de ser honesto. El pudor mío es el tema y ese aún no está procesado. Me da cosa sacar este libro, pero como dicen los actores: sin nervios, no hay función buena.
-¿Qué pasaje retratado en el libro te habría gustado vivir nuevamente, pero de una manera diferente?
-Quizás pude ser más osado y menos cauto y menos provinciano en mi primer viaje a Nueva York. Pero, ¿sabes?, ahora que lo pienso, ahora que "VHS" está publicado, la verdad es que no cambiaría nada a lo "Volver al futuro", porque no tendría libro. O para ir más allá. De haber vivido la vida de otra manera, no existiría yo ahora y no me parece tan mal ser yo mismo. De vivirlo de nuevo, lo viviría igual, quizás con un poco más de sexo, más fotos, y tomaría más apuntes.
-Ahora que recordaste, ¿estás mirando el futuro?
-No, para nada. Sigo pensando en ideas del presente y al recordar sólo recordé más cosas. De fines de los 80 y los 90. Me dieron ganas de seguir escribiendo-recordando. Creo que iré alternando ficción con no ficción o con memoria. Uno no deja nunca de recordar. Al revés: por recordar, abres cajas que se te habían olvidado que tenías.
Alberto Fuguet
Literatura
Random House 430páginas
$16.000
"VHS (unas memorias"
Alberto fuguet recuerda que en los 80 cambió muchas veces de look y que fue desde lana hasta californiano.
fuguet cuenta que "VHS" partió como un proyecto de ver cine de los 70.
El alma en una sinopsis
La Úrsula rayó con Vibraciones del alma y me insistió en que la acompañara a verla de nuevo. Michael Ontkean es el chico más guapo de la tierra. Es crespo, es lindo, tiene una sonrisa, me dijo. Ella la había visto unos días antes con su mejor-amiga-nueva. Siempre tenía una mejor-amiga-nueva que intentaba suplir a su mejor-amiga-vieja que, en esa ocasión, resultó ser lesbiana y trató de besarla y tener sexo con ella una noche en una parcela, lo que provocó una debacle que aún no supera, creo. La Úrsula me obligó a ir a ver Vibraciones del alma. Fuimos. En el fondo yo quería pero no me animaba a ir a solas. Ella llevó un cuaderno y anotó la letra de la canción principal. En una clase de inglés, para un trabajo oral, se paró al frente de la clase y apuntó en la pizarra la letra casi sin errores ortográficos. Luego la tradujo al español y, para vergüenza ajena de todo el curso, se puso a cantarla. Creo que se sacó un siete. La canción, un tema romántico soft-pop, tan tranquilo como inocuo, merece un cover y un nuevo arreglo y claramente otro intérprete, pero I Will Always Wait for You funciona por lo cándida y por la casi no-interpretación de Ontkean, que no sabe cantar. Lo adecuado sería decir: por la total interpretación de un tipo dando más de lo que puede dar. En este caso, el gran y guapillo Michael Ontkean (con ese pelo crespo) que nunca fue ni será un cantante, y que tampoco alcanzó a ser una estrella, pero que posee un carisma de chico bueno. Esto lo usó en todas sus películas y luego en la serie Twin Peaks. Ontkean era de esos tipos muy seguros de su inseguridad. Por eso compensa todo con empatía. Y eleva este filme (y todos los que hizo) a un nivel superior. Ontkean rescata a Vibraciones del alma de la condición de cinta desechable y la sube al peldaño de curiosa. Lo que impresiona de esta canción -y de esta desconocida película que nunca encontró su público- es justamente la honestidad y la total falta de ironía o autoconciencia. Algo que calza con el filme en sí. El tema perfectamente pudo haber sido compuesto por Paul Williams para un lado B de un single de The Carpenters.
Tal como la canción, Vibraciones del alma es de ese tipo de películas pequeñas, poco ambiciosas, que están lejos de ser perfectas. Pudo haber sido un desastre y a nadie le hubiera importado demasiado. Tiene un pudor, un buen gusto, una fineza; todo al final es un acto de equilibrio que transforma un guion y una idea francamente vergonzosa y de teleserie de la tarde (chico de clase baja que desea ser músico se enamora de profesora de baile sordomuda de clase más alta) en una cinta entrañable, que sorprende no tanto por sus triunfos (y los tiene, sobre todo lo relacionado a la preciosa y delicada Amy Irving) sino por cómo esquiva esos lomos de toro que son los clichés.
Vibraciones del alma es ingenua pero no tonta. Tiene buenas intenciones y buenos resultados. Modesta, sin duda, pero no es cebolla picada fina. Y tiene algo a su favor: se beneficia de haber sido hecha en los setenta. Hoy, una cinta como ésta sería interpretada por actores rubios y ambientada en una ciudad con mar y mucho cielo azul y lofts espaciosos y una dirección de arte inspirada en las revistas de moda más de moda. En ese sentido lo más fascinante de este filme es lo que no es: estilizado, melodramático, acerca de gente privilegiada, con secuencias de montaje al son de un tema musical ya probado. Si Vibraciones del alma es lo que se llama un romance (o un chick-flick) entonces está entre las mejores que se han realizado. En rigor, no es una comedia romántica sino algo que ya no se intenta mucho: el drama romántico que no es para nada un melodrama sino una historia que se centra en una trama tan simple como clave: ¿se quedará el chico con la chica? Aquí también hay una novedad: la cinta al final de cuentas es un boy-flick. Michael Ontkean es claramente el protagonista: es su lucha, su historia y el hecho de que viva con puros hombres (padre, abuelo, hermano menor) le suma más testosterona a esta cinta romántica y aterrizada en un mundo que de romántico no tiene nada, aunque seguro que está entre las favoritas de la Úrsula Basualto. Voices era una cinta masculina, neorrealista, sucia, de clase-media baja, y a la vez era romántica, tierna, ideal para una cita. Michael Ontkean ya estaba entre mis actores favoritos. Me pasaban cosas con él. Lo había visto desnudarse sorpresivamente en una cancha de hielo y quedar con un jockstrap con pocos pelos pero una sonrisa inmensa en la sangrienta y a la vez cómica Todo vale, la cinta de hockey de George Roy Hill con Paul Newman. Pronto se transformaría en un actor clave en mi memoria emocional con otras dos películas que aparecerían a comienzos de los ochenta: Willie & Phil y Making Love.
Por Magdalena García C.
"Tanta gente tiene tan malos recuerdos de su pasado, que quise ver cuál era mi lazo con esos años. Creo que al final fue positivo y lo pasé bien".
"Impresiona
que no hace tanto el mundo era tan distinto y nosotros lo vivíamos de otra manera que como vivimos el actual".
gentileza alberto fuguet
"No siempre sucedía, pero estar en el cine era mejor que estar en la calle. A veces sentía que así no me molestaba perder el tiempo".
lorena palavecino/penguin random house
Adelanto del libro "VHS (unas memorias)",
de Alberto Fuguet. Páginas 60 a 66.
"Tal como la canción, Vibraciones del alma es de ese tipo de películas pequeñas, poco ambiciosas, que están lejos de ser perfectas".