Delmira Agustini y el sello maldito de lo raro
"Los cálices vacíos", último libro publicado en vida por la poeta uruguaya, fue lanzado hace pocas semanas por Ediciones UDP. "Con Agustini cambia la historia", dice el crítico Ignacio Bajter, quien prologa esta reedición.
La foto es vulgar y aterradora. Una mujer semidesnuda yace muerta a los pies de una cama con dos tiros a la altura de la oreja izquierda. A su lado, hay un charco de sangre. De fondo, sobre un catre revuelto, se ve un hombre con una vistosa venda blanca que agoniza luego de haberse disparado dos veces en la cabeza. La mujer es la poeta uruguaya Delmira Agustini (Montevideo, 1886), que ese 6 de julio de 1914 tenía sólo veintisiete años, que ya había publicado los poemarios "El libro blanco" (1907), "Cantos de la mañana" (1910) y "Los cálices vacíos" (1913), y que había impresionado profundamente a Rubén Darío. El hombre es su ex marido, Enrique Job Reyes, un gris empresario rural con el que duró casada menos de dos meses y que terminó asesinándola. Al otro día, la poeta prodigiosa se convirtió en material para la crónica roja de los diarios de Montevideo.
Como apunta el crítico literario uruguayo Ignacio Bajter en el prólogo de "Los cálices vacíos", que acaba de publicar Ediciones UDP, todo lo que vino después de estos poemas, de su muerte, de esa foto terrible, a Delmira "ya no le pertenece". El volumen es el tercer y último libro publicado en vida por Agustini, y es una especie de antología personal de su obra: contiene veintidós poemas inéditos, la totalidad de "Cantos de la mañana" y más de la mitad de "El libro blanco".
Agustini legó un corpus literario robusto e inclasificable. Pasan por sus poemas escenas oníricas, misteriosas y exóticas. Ante todo, exudan erotismo. Para Bajter, en ellos explota una idea de mujer, de erotismo y arte poético que termina por hundir la poesía del siglo anterior. Es precisamente con "Los cálices vacíos" que se convierte en una "influyente e incomparable figura de su tiempo". El crítico apunta incluso más lejos: "En seis o siete años de escritura renovó la lírica hispanoamericana y creó la portentosa imagen femenina que reverberaría en otras mujeres: en Gabriela Mistral, en Alfonsina Storni, en Juana de Ibarbourou".
Por otra parte, el poeta nicaragüense Rubén Darío mostró respeto y admiración por el trabajo de Agustini. La visitó en un viaje que hizo a Montevideo y mantuvo una intensa relación epistolar con la poeta, quien le habla de una "neurosis" que piensa curar internada, de la decisión de casarse con Reyes, de sus proyectos literarios. Darío siempre responde con cariño y humildad. En la introducción de "Los cálices vacíos" anotó: "De todas cuantas mujeres hoy escriben en verso ninguna ha impresionado mi ánimo como Delmira Agustini, por su alma sin velos y su corazón de flor (…) Cambiando la frase de Shakespeare, podría decirse 'that is a woman', pues por ser muy mujer dice cosas exquisitas que nunca se han dicho. Sean con ella la gloria, el amor y la felicidad".
Erótica y sabia
Cuando le preguntan a Ignacio Bajter por las aristas de la obra de Delmira Agustini que más le atraen habla de su impulso vital, de su fuerza apasionante, de su voracidad. "Es capaz de decir de todas las maneras que quiere su apego amoroso a la vida. Tiene un ingenio que lo transforma todo y una capacidad única de consumir imágenes, vistas, oídas, degustadas, y de pertenecer a todas las cosas que su sensibilidad llega a tocar", dice el crítico uruguayo desde San Leopoldo, Brasil, donde reside hace más de un año.
-¿Desde qué lugar te aproximaste a la figura de Agustini para escribir el prólogo de "Los cálices vacíos"?
-Desde el lugar de quien entra en un libro para describir sus resonancias, no más que eso, de quien quiere oír como si fuera la primera vez. Al tratarse de Delmira Agustini algo así no es fácil, pues antes de llegar a los poemas hay que saltar varios cercos y esquivar el expediente de su muerte, que sigue siendo pesado, intrigante y oscuro.
-¿Intervinieron las circunstancias de su muerte inicialmente en la valoración de su obra?
-No, creo que no, la valoración se mantuvo casi en los mismos términos. Tuvo el privilegio de oír desde chica un elogio continuo a su talento extraordinario, genial. Ese reconocimiento no siempre fue el saludo cortés de la sociedad patriarcal literaria a Agustini. La reconocieron grandes poetas, como se sabe, de cerca y de lejos, y mujeres libertarias que estaban atentas a todo. "That is a woman", le dijo Darío haciendo un papel de Shakespeare. Aquí está la mujer ideal.
-¿Cuánto influyó en la obra de Agustini la visita que le hizo Rubén Darío en Montevideo, la correspondencia que mantuvieron y la admiración que él le profesaba?
-La visita es un gesto supremo y debe haber representado mucho. Naturalmente, todos los poetas querían que Darío les diera la mano. Él era una figura como pocas, y todos admiraban su estela. La correspondencia de Delmira encuadra en el subgénero de la que pretende establecer un escritor joven (ella siempre lo fue, tenía 25 años en ese momento) con alguien que parece haberlo vivido todo, y por eso mismo es capaz de comprender. Delmira lo trata frontalmente, seguramente sin censurarse, no como a un tótem, sino como a un ser humano en la misma frecuencia, y está al borde de decirle todo, y claro, Darío no puede manejar ese torrente y no tiene más que unas pocas palabras amistosas y entrañables, unas palabras de aliento que habrán funcionado en ella como un aire nuevo o un paño frío. Entre la visita del invierno de 1912 y la publicación de "Los cálices vacíos", en abril de 1913, Delmira Agustini pasa unos meses concentrada, en un estado de creación permanente.
-Agustini fue asesinada por su ex marido. A pesar de ser un femicidio, recientemente se generaron debates en Uruguay sobre si su muerte se trató o no de un pacto suicida con Reyes, lo que niega la violencia de género. ¿Cómo leerla desde una perspectiva feminista?
-Desde esta perspectiva se la lee casi siempre, es un estándar desde los 80 y tiene un punto alto en un ensayo muy leído, de pocas páginas, de Sylvia Molloy ("Dos lecturas del cisne: Rubén Darío y Delmira Agustini"). Muchas veces Delmira aparece puesta a la fuerza en una red de ideas cada vez más estrechas, y se la lee como alguien que vivió y escribió para ejemplificar la dominación masculina y sostener discursos de género. La maquinaria de discursos empujada por la academia trabaja contra la poesía, incluso la anula, la borra del mapa. Si esto no fuera suficiente ahora tenemos una figura nueva, civil, Delmira Agustini como un caso histórico y connotado de femicidio, eso se da como primera noticia a quien se entera que hubo una mujer llamada Delmira que escribía no se sabe qué. Que su memoria venga a cuento porque la mató el marido parece una prueba de desprecio.
-¿Cuáles son tus poemas favoritos de "Los cálices vacíos"?
-El primer "Nocturno", en el que crea un espacio a su poesía, el cuarto propio, y le declara amor al invierno, y "¡Oh, tú!", aquel que empieza "Yo vivía en la torre inclinada / De la Melancolía…", porque ese lugar íntimo ya es de fábula medieval, flamenca, y aparece la figura del amante, que se transformará constantemente. Me gusta "Visión", porque ahí logra equilibrar períodos más extensos que lo habitual. En fin, con ella hay que decir etcétera. Ya que estamos aquí hay que leer "El poeta y la diosa", hecho en forma de diálogo festivo, y compararlo con "El poeta y la muerte" de Nicanor Parra. Podrían verse como dos antipoemas a un lado y otro del siglo XX.
-¿Cuál es la importancia de Delmira Agustini para la lírica hispanoamericana?
-Aquella que tiene una voz que suena a un milagro, como decían sus contemporáneos, a un acontecimiento que no se vuelve a repetir. Sólo el cosmopolitismo rioplatense del 1900, lleno de fuerzas anárquicas, podía haber dado algo así. "La nueva musa de América", como la llamó Julio Herrera y Reissig. Delmira no aspiraba a París, no era ingenua, más bien quería todas las cosas que cada cual puede encontrar en sí mismo, si está dispuesto a algo así. Ella trabajaba lejos de los propósitos literarios de señoritos y señorones de la época. Con Agustini cambia la historia. Es la musa que baja a tierra y encarna a la poesía y el sexo en un estado estético, digamos, puro.
Delmira Agustini
Ediciones UDP 164 páginas
$13.000
"Los cálices vacíos"
delmira agustini murió asesinada por su ex marido en motevideo, cuando tenía 27 años de edad.
el crítico ignacio bajter.
Por Javier Correa
archivo biblioteca nacional de uruguay