Vivimos un periodo en el que los disensos y desacuerdos parecen haberse tomado la agenda país y ocupar amplios espacios de la discusión nacional. Las diferencias afloran también a nivel societal por lo que asistimos a hechos que han generado grandes desavenencias, como el denominado "bus de la libertad", controversial iniciativa que generó muestras de apoyo o de rechazo, casi sin términos medios y que concentró la atención mediática durante tres días consecutivos, con grupos que se enfrentaron de forma violenta en lo verbal y hasta en lo físico. Mas allá de la legitimidad de las posiciones en juego, lo que quedó patente fue la intolerancia entre quienes reclaman tolerancia de sus ideas, usos, opciones y costumbres, en una verdadera negación de su lucha.
También asistimos, con anterioridad y hasta hoy, a la tramitación de la despenalización del aborto que muestra la división de la sociedad chilena ante temas de gran profundidad valórica, en los que nuestra ciudadanía y sus grupos de interés parecen no haber aprendido la forma de procesarlos, evidenciando muchas veces que existe un diálogo de sordos presidido por el no reconocimiento del que piensa o es diferente, primando la descalificación y las posiciones irreductibles en vez del diálogo, la empatía y el de verdad escuchar al otro.
Lo más lamentable en mi opinión ha sido todo lo sucedido en torno a las investigaciones de lo que ocurre en los centros de acogida y tratamiento de menores que son atendidos por la red de instituciones y organismos colaboradores del Sename. Niños y adolescentes que viven situaciones humanas extremas fruto del abandono, el desapego y en muchos casos la vulneración de sus derechos. Hoy son parte de un debate que cobra y pierde vigencia según algunos de sus partícipes lo eleva a la categoría de interés público, convirtiéndolo muchas veces en tema de refriega política en la que el fondo se ve oscurecido en su verdadera importancia y queda postergado por las declaraciones altisonantes, por las acusaciones de aprovechamiento y los desmentidos y desvíos de responsabilidades.
Estos ejemplos nos muestran la dificultad para empezar a construir el pacto social que requerimos para esta nueva etapa en la que nos encontramos. No hallamos la talla del nuevo traje que la sociedad chilena necesita y hasta ahora no se observa a nadie con la legitimidad, la capacidad y la impronta para hacerse cargo de vertebrar los temas de fondo que configuren este nuevo pacto social.
Este escenario se ve exacerbado por la proximidad de las elecciones presidenciales y parlamentarias, proceso en el que naturalmente se extreman las opiniones pues cada sector político trata de generar contrapuntos para hacer visibles sus posturas y mostrar a los ciudadanos su oferta ideológica y programática. Esto es algo normal y esperable dadas las características previas de una elección en la que se espera una confrontación de ideas, el debate y la discusión en la que los actores políticos adquieren preeminencia, pero sin llegar a alcanzar las dosis de legitimidad necesarias en este nuevo Chile.
Rodrigo Rojas Veas Rector Santo Tomas Copiapó