Libro indaga los efectos de que padres e hijos duerman juntos
HOGAR. Es una práctica más frecuente de lo que suelen admitir los adultos y puede dañar la relación de pareja y el sueño, pero también beneficiar el apego.
Que los niños se cambien a la cama de sus papás en medio de la noche es algo que, seguramente, todos los padres han vivido alguna vez. El punto es que no es un hábito que los médicos en general recomienden, pues ha sido vinculado con el síndrome de muerte súbita del lactante (SIDS).
En su libro "Co-sleeping", la socióloga de la Universidad Estatal de Iowa Susan Stewart indagó los efectos de que los progenitores permitan a los niños meterse a la cama con ellos.La académica estadounidense encontró que este es un fenómeno que se extiende mucho más allá de la etapa en que los hijos son bebés y observó que ocurre con más frecuencia de lo que admiten los adultos.
Escenarios
Fueron varios los escenarios en que indagó Stewart: niños que se cambiaban de su cama a la de sus padres en medio de la noche, papás que se veían obligados a recurrir al sofá para no dormir tan "apretados" e hijos a los que se les permitía usar un saco de dormir en la habitación de sus padres, entre otros.
Stewart define el concepto de "co-sleeping" como aquella situación en que "uno o ambos padres duermen a veces o regularmente con sus hijos, ya sea en la misma cama o habitación, toda la noche o parte de ella". La socióloga quiso desarrollar este estudio porque se percató de que existe una investigación limitada sobre el tema. De hecho, recuerda que este tópico ha sido analizado principalmente desde el punto de vista médico, donde ha sido asociado con el síndrome de muerte súbita del lactante (SIDS, por su siglas en inglés).
Así, según indicó la casa de estudios en su sitio web, la profesional indagó casos de niños de hasta 13 años que dormían con sus progenitores, ampliando el rango de análisis y no focalizándose exclusivamente en las guaguas.
En el experimento participaron, por medio de entrevistas, 51 padres que compartían la cama con sus hijos. La autora encontró que estos preferirían no dormir con los niños, porque asociaban estas situaciones con más interrupciones del sueño durante la noche.
"vergüenza"
Sin embargo, "la vergüenza y el estigma asociado al 'co-sleeping' es tan grande, que casi la mitad de los padres negaron o evitaron discutirlo con la familia o con su pediatra", apuntó la U. de Iowa en un artículo publicado en su página web.
"Los padres están agotados, estresados y, honestamente, a menudo es más fácil dormir juntos", sostuvo Stewart.
De todas formas, la especialista recordó que la percepción del "co-sleeping" varía según la cultura: mientras en países como EE.UU. es mal visto, es algo ampliamente aceptado en Asia, Sudamérica y las regiones escandinavas. También influye, claramente, el factor económico y el número de habitaciones en el hogar.
Impacto
Pero, más allá de las causas, ¿cómo impacta esta práctica en las relaciones familiares y de pareja?
Cuando la socióloga le preguntó a las parejas si el dormir con sus hijos ha afectado su intimidad física, la mayoría de ellas declaró que sí, pero aseguraron que en verdad no era un problema importante.
En cuanto a la intimidad emocional, la experta encontró que esta práctica permitió a padres trabajadores pasar mayor tiempo con sus familias, sobre todo en el caso de progenitores que pasaban mucho tiempo lejos de casa.
A juicio de la académica, estos resultados muestran que "los padres están poniendo a sus hijos por delante de su propia relación, al menos en el corto plazo". "Es para ellos un inconveniente, pero la mayoría de los padres lo consideran algo temporal", sostuvo.
Pros y contras
Entre los beneficios de dormir juntos que han observado estudios anteriores se encuentra el hecho de que los niños se sienten más seguros o conectados con sus padres y, como resultado, son más independientes. No obstante, puede afectar negativamente el sueño. De hecho, muchos padres le comentaron a Susan Stewart que se despertaban varias veces en la noche como resultado de que sus niños los pateaban o se ponían a jugar.
padres 51
participaron en este análisis de una investigadora de la Universidad Estatal de Iowa, en EE.UU. 13