Carolina Collins
Apesar de que los factores genéticos no son los únicos que influyen en la construcción de la personalidad, lo cierto es que el cerebro es una de las estructuras más complejas y de a poco la ciencia va encontrando pistas que pueden explicar el comportamiento.
Científicos descubrieron que el nivel de activación de una secuencia genética determina en parte nuestra capacidad para reconocer rostros y la facilidad para establecer vínculos sanos. Y la clave que conecta ambas cosas, sería la producción de oxitocina, la llamada "hormona del amor".
Así lo estableció la investigación publicada en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences, que fue llevada a cabo por expertos de la Universidad de Georgia, de Estados Unidos.
Los científicos descubrieron que disminuir la presencia de esa secuencia genética, silenciándola, aumenta la capacidad de las personas de establecer vínculos sociales saludables y de reconocer las emociones en los demás.
Se trata del gen OXT, secuencia genética que tiene relación con la producción de la oxitocina, hormona que tiene una función fundamental en el cariño y en la capacidad de tener vínculos afectivos.
Brian W. Haas, el principal autor del estudio, explicó que la regulación de esta expresión genética, que se lleva a cabo a través de la metilación "restringe cuánto se expresa este gen", es decir, cuánta hormona de la oxitocina se produce. Esto pasa por una modificación química del ADN que activa o desactiva genes en particular.
Pruebas genéticas
Para llegar a esas conclusiones los científicos liderados por Haas le tomaron muestras de saliva a 120 participantes, para hacer un análisis genético y calcular los niveles de metilación del gen OXT.
Luego sometieron a los participantes a distintas pruebas con el objetivo de analizar sus capacidades sociales y cómo respondía su cerebro a ese tipo de situaciones.
Por ejemplo, se les sometió a una prueba para calcular cuánto tiempo se demoraban en reconocer expresiones faciales que les mostraron a través de videos.
Así fue que observaron que aquellas personas que tenían niveles de metilación del gen OTX, es decir, que tenían ese gen menos activo, tenían más dificultades para reconocer las expresiones faciales que se les mostró.
Asimismo mostraron niveles más altos de ansiedad cuando respondieron cuestionarios sobre sus relaciones sociales y sus personas cercanas, otra de las pruebas a las que se los sometió.
"Los participantes con mayores niveles de metilación de OXT fueron menos precisos a la hora de describir estados emocionales de las personas que vieron en las imágenes", explicó el líder del estudio.
Hass explicó que esa es una de las características de las personas con autismo.
Los participantes además fueron sometidos a resonancias magnéticas para medir la actividad cerebral a través del flujo sanguíneo por el cerebro. Así vieron que aquellos con el OXT más metilado, tenían menos actividad cerebral en las zonas asociadas a las interacciones sociales. Esas personas además tenían menos materia gris en la región del cerebro giro fusiforme, que tiene una labor importante en los procesos sociales y cognitivos.
"Todos nuestros ensayos muestran que el gen OXT tienen un papel muy importante en el comportamiento social y en la función cerebral", concluyó Haas.
El experto señaló que pese a que la metilación es un proceso que varía a lo largo de la vida, "podría ser posible alterar los niveles de metilación con algún tipo de medicación, para ayudar a las personas que sufren anormalidades en procesos de cognición social".