E n la década de los 60, cuando se entregaron las primeras casas de la población Torreblanca en Copiapó, Hilada Soto y Celinda García comenzaron una amistad que sigue vigente por medio siglo. El pasado 25 de marzo, fecha en que se conmemoró un año de la tragedia de los aluviones en Atacama, las octogenarias mujeres se reencontraron en una celebración preparada por sus hijos y nietos.
Por la vida de estas amigas han pasado diversas historias, como la muerte del esposo de Celinda García y la separación de Hilda Soto a los 60 años. También han compartido alegrías como el crecimiento de sus hijos. Pese a que a veces la distancia las separó, físicamente mantuvieron el contacto e incluso hoy, cuando ya las canas tiñen sus cabellos, recuerdan parte de esa amistad que nació hace 50 años.
Hilda Soto
A sus 86 años la octogenaria Hilda Soto vive con una de sus hijas, no obstante guarda los mejores recuerdos de Celinda con quien compartió residencia en el año 81 por más de un año, aunque se vieron por primera vez en 1966. "Nos conocimos cuando estaban entregando las casas de la población Torreblanca, nos caímos bien desde el principio, yo tenía como 32 años, ella un poco menos", contó Soto.
Hilda destacó algunos de los rasgos de Celinda y comentó que "ella es una mujer muy buena, atenta y siempre estuvo cerca. Nuestros hijos se criaron juntos, vivíamos muy cerca, solo nos separaba un pasaje, incluso nos tocó ser hasta apoderadas en la escuela por los niños".
El año 72 Celinda se fue a Potrerillos con sus hijos y su marido, "ahí me tocó quedarme sola con los míos pero nos extrañábamos muchos y como en esos tiempos no existía el celular y los teléfonos eran muy caros, nos mandábamos cartas y ella como tenía casa acá siempre venía para los cumpleaños y nos juntábamos", recordó Soto.
Durante los primeros seis años de amistad las mujeres vivieron la contingencia política de aquellos tiempos, ambas demócratas cristianas ya sentían por la década de los 70 la tensión política y, según recuerdan, en más de alguna oportunidad debieron correr con sus hijos para escapar del "toque de queda".
Fue tras la muerte del esposo de Celinda, en 1981, que la mujer volvió a Copiapó y se refugió junto a su amiga de toda la vida.
Celinda García
Es la contraparte en esta historia de cariño, apreció y compañerismo. Celinda García relató que ya "son 50 años de amistad y la celebración fue muy hermosa, nos conocimos en el centro de madres Irene Frei. De ahí nació esta amistad, ella es una muy buena amiga, una buena mujer, me ayudó cuando yo estaba sola con mis pollos y nos apoyamos mutuamente. Ella cuando tenía como 60 años decidió separarse de su marido y yo la apoyé".
Fue en una temporada que las ahora octogenarias mujeres vivieron en Caldera, específicamente en Loreto, donde Celinda instaló un pequeño almacén, mientras que Hilda trabajó en un colegio. Ahí vivieron solas y según recuerda Celinda lo pasaron muy bien, "nunca discutimos y nos entreteníamos bastante, jugábamos al naipe, a la lota y ella siempre se comenzaba a quedar dormida y yo le decía anda a acostarte mejor será y ella me decía: No, no si te estoy escuchando y ahí nos reíamos. Esta ha sido una sana amistad y aunque yo soy un poco menor espero que continúe por mucho tiempo más, hay cuerdo para rato", dijo entre risas Celinda.