Durante los últimos años, la zona costera de la Región de Atacama ha debido enfrentar masivas evacuaciones de parte de su población a propósito de los terremotos registrados en Iquique, el 1 de abril de 2004 y la Región de Coquimbo, el 16 de septiembre de 2015.
No se ha tratado de eventos considerables, sin embargo, dejan un recuerdo emocional indeleble durante mucho tiempo.
Hay muchas consideraciones que hacer respecto a los terremotos, concepto con el que, según sismólogos, se debe reconocer a cualquier movimiento sísmico. Lo principal es que debemos concordar en que Chile es uno de los países que presenta mayor actividad telúrica del mundo, de manera que los temblores no son eventos extraordinarios.
De hecho, hasta principios de esta década, se estimaba que nuestro país experimentaba un terremoto cada diez años, frecuencia que en los últimos 20 años ha ido cambiando. En otras palabras, los temblores son hechos cada vez más cotidianos, respecto a los cuales debemos seguir aprendiendo.
El principal aprendizaje sobre los sismos viene de las realidades, no de las incertezas, de las especulaciones o de las teorías más debatibles. Por ahora, entre las principales certezas que podemos tener sobre los terremotos es que todos, en algún momento de nuestras vidas, enfrentaremos uno de estos eventos que puede ser catastrófico.
Por tanto debemos estar preparados, tanto como sociedad, como comunidad, así también como en nuestro círculo familiar. La prevención, orientada a mejorar las nuestras acciones y reacciones durante y después de estos fenómenos, es fundamental y forma parte de la cultura que debemos tener en el país.
Resulta importante también mantenernos informados, ya sea a nivel personal o familiar respecto a estos fenómenos, tomando datos fidedignos, de fuentes confiables y que contribuyan a la educación y preparación.
Debemos actuar con la madurez que se espera de quienes vivimos en una zona de gran actividad sísmica, informados, preparados y dispuestos.