paulina flores lleva siempre consigo una libreta donde anota todo lo que ve y que puede servir para alguna creación literaria.
Antes de las vacaciones, la joven autora tuvo tres meses llenos de entrevistas y ferias en las que disfrutó el éxito de su primer libro, "Qué vergüenza" (Hueders), que va en su tercera reedición con más de 3.000 ejemplares circulando. Entre medio tuvo que hacerse un tratamiento de conducto, estuvo algo enferma y, además, ha tenido que sacar cuentas para ver cómo se va a financiar este año. Esos cálculos parten por buscar casa en el centro de Santiago, porque quiere mudarse pronto, ahora ya. Aún vive con un room mate que conoció por internet, pero ella quiere irse a vivir sola.
Veintisiete años, mirada firme, un tatuaje ruso en el brazo derecho, hombros siempre erguidos y sombra de ojos coludida con el tono de sus aros, la escritora salta directo a su preadolescencia cuando escucha la palabra vacaciones. Se sitúa en La Serena, Guanaqueros y Papudo, y ahí se detiene en la imagen de casa del Tío Chobi, un amigo de infancia de su mamá. No recuerda el apellido de Chobi, pero sí que tenía como diez hijos. "Alojábamos como tres familias, era muy entretenido. Dormíamos primo con prima, matrimonio con matrimonio. Era lejos de la playa. Si éramos muchos, acampábamos en el patio. Lo pasábamos muy bien, me gustaba mucho Papudo. Íbamos en enero. En Guanaqueros era en camping, esa es mi playa ideal: vacía, en enero, sin mucho revuelo", dice Flores.
-¿Un escritor tiene vacaciones?
-Tengo dos respuestas. La primera es que el escritor siempre está de vacaciones, porque hace lo que le gusta. En mi caso, yo hago lo que amo y poder hacerlo es como siempre estar de vacaciones, es no estar obligada a trabajar en algo que no me gusta o tener un horario terrible. Igual tengo que trabajar y mantenerme para poder escribir, pero en general trabajo hasta la una, las dos en el colegio (hace clases en el Nueva Bilbao) y tengo toda la tarde libre para leer y escribir. No tengo el estrés normal. Pero por otro lado nunca estoy de vacaciones, porque siempre estoy pensando en historias, en proyectos a futuro, es algo de lo cual uno no se libera fácilmente. En el verano, cuando tengo vacaciones, es cuando más tengo espacio para avanzar en lo escritural, para revisar, corregir.
-Recomienda un par de libros para leer en verano.
-Antes, un comentario: el otro día leí un libro de Lorrie Moore en el que se burlaba un poco de la gente que estaba en verano en Cancún leyendo el último libro sobre el Holocausto, para darle un poco de seriedad a su vida plácida. Me hizo mucho sentido, como que lo he visto harto: la gente se va a la playa para leer puras atrocidades, típicos libros de tortura. Es gracioso que traten de hacer serio un paseo que no tiene tanto de eso.
-Los libros.
-Libros... es difícil para mí, porque siempre estoy leyendo, no entiendo bien el concepto de leer en verano. Claro, la gente tiene más tiempo y está esa imagen paradisiaca de leer acostado en la playa, que al final es súper incómodo, porque se te mete la arena entre las hojas, los libros te quedan grandotes, se abren. No es tan cómodo como parece, pero puedo recomendar "Gracias por la compañía", de Lorrie Moore, y un libro que estoy leyendo y se llama "Eros". Es de una poeta gringa, Anne Carson. Habla del eros, del deseo, de por qué a uno le gusta que el deseo no sea pura satisfacción, sino que haya una ausencia. También algo de Murakami (Haruki), siempre es muy entretenido. Puede ser "Kafka en la orilla". Tiene esto que uno quiere hacer en las vacaciones: desconectarse, vivir la soledad, la lejanía, hay algo de eso que tiene que ver con las vacaciones. Y uno que salió recién, del poeta Juan Santander Leal, se llama "La destrucción del mundo interior". Recomendable a ojos cerrados.
-¿Asocias viajes con libros?
-Las veces que he viajado he tenido la pésima idea de llevarme libros enormes, como "Los detectives salvajes". Me fui a mochilear con él, quería dármelas de detective salvaje. Fui al norte, a San Pedro de Atacama, Antofagasta, con mi pololo de entonces.
-Recomiéndame otro para viajes.
-Juan Pablo Meneses tiene un libro muy bueno que puede hacerle sentido a la gente que viaja, se llama "Una vuelta al tercer mundo", habla de puras situaciones tercermundistas, freak o particulares que a los gringos les encanta ver en lugares del tercer mundo. Es entretenido, hace una crítica bien fuerte a ese pensamiento.
-¿Cuáles han sido tus mejores y sus peores vacaciones?
-Las mejores fueron cuando era chica, cuando iba a Papudo. Me acuerdo que había cierta precariedad, dormíamos todo juntos, pero la familia donde nos quedábamos (la del Tío Chobi) era muy feliz y muy unida. Mi familia era más solitaria, no era de chistes, no era tan graciosa. Había un edificio grande, el típico edificio verde de Papudo.
Por F. G.
Paulina Flores tuvo una semana de vacaciones. Fueron vacaciones entre comillas, porque nunca dejó de pensar en la novela que comenzará a escribir en marzo y tampoco dejó de tomar notas en una libreta que siempre lleva en su cartera para registrar todo lo que pueda servir de insumo para un relato. Es parte de su trabajo.
"Yo amo lo que hago y poder hacerlo es como siempre estar de vacaciones, es no estar obligada a trabajar en algo que no me gusta o tener un horario terrible".
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