En el nombre de la igualdad
El acceso a financiamiento para estudios en Educación Superior requiere políticas públicas que permitan asegurar a todos los jóvenes con méritos académicos y necesidades de apoyo socioeconómico el contar con los recursos para poder estudiar.
Como país hemos aumentado los recursos destinados a becas y créditos, lo que ha facilitado el aumento de la cobertura con la masiva incorporación de alumnos a centros de formación técnica, institutos profesionales y universidades. Ha sido las instituciones privadas las que han acogido a la mayor cantidad de estudiantes que provienen de los quintiles de menores ingresos, en muchos casos los primeros miembros de sus familias que ingresan a la educación superior, y que requieren de mayor apoyo. Esta es una realidad objetiva e indesmentible.
Un significativo avance en materias de igualdad para los alumnos de educación superior se logró mediante la eliminación de las diferencias en las ayudas estudiantiles equiparando las condiciones de los créditos que reciben los alumnos de las instituciones tradicionales con los que reciben los alumnos de las instituciones privadas, eliminándose por fin la injustificable discriminación que existió durante muchos años entre estos solo por la dependencia de la institución en la que estudiaban.
Por ello la medida anunciada en orden a impulsar la gratuidad solo para un segmento de los alumnos más vulnerables, excluyendo a una sustantiva cantidad de jóvenes, representa a mi juicio un retroceso en la declarada lucha por la igualdad que el mismo gobierno sostiene impulsar.
Si partimos de la base de que todos los jóvenes vulnerables son iguales ante la ley este solo fundamento debería abrir la posibilidad de que todos estos opten a recibir las ayudas que el Gobierno define como políticas de Estado. Lo que debería exigirse es que pertenezcan a universidades, institutos profesionales o centros de formación técnica que estén acreditados, mecanismo que el propio Estado ha definido para certificar la calidad de la Instituciones de Educación Superior.
Si como sociedad queremos facilitar la movilidad social y el progreso para los sectores más vulnerables de nuestra población, debemos propiciar la igualdad de trato para nuestros jóvenes. Es un imperativo ético.